En el recuerdo de Enrique, Martha, Alfredo y Leo están aquellas casi legendarias noches de bailes y música en la calle Heredia, cuando años atrás, por allá por la década del 80 del pasado siglo, divertirse en Santiago de Cuba era fácil y barato. Casi como si fuera ayer reviven la intensa vida cultural en esa céntrica arteria citadina, ejercicio que les trae al presente, con sonrisa pícara, las travesuras de los años mozos.
Justo donde termina la loma, ahí mismo en la intersección con Calvario, una tarima de madera era la delicia entre quienes buscaban mover el cuerpo con el talento joven. Otra similar, frente a la Casa de la Trova, era para artistas más o menos con notoriedad. Ambas se disputaban la atención del público. Una tercera se colocaba frente a la sede provincial de la UNEAC, pero era destinada, fundamentalmente, a las declamaciones de poesías.
Por la década del 80 del pasado siglo, divertirse en Santiago de Cuba era fácil y barato
“Había un ambiente muy sano”, señalan todos al unísono, “no había comida, y bebida muy poca, se trataba de una recreación cultural, solo eso. Los jóvenes y los adultos,venían a la calle Heredia por la música, el baile; menos atractivas eran las declamaciones de poetas y la artesanía más o menos, pero el ron, la cerveza y la comida no eran lo principal”, señala Enrique.
Martha hurga en su memoria y brotan los recuerdos de sus años de lozanía “en Calvario y Heredia había una tarima para los jóvenes cantantes, a veces bailaban grupos de aficionados, y en la que emplazaban frente a la Casa de la Trova estaban los grupos del momento, los más conocidos o de la propia Casa de la Trova. Por ejemplo, desfilaron por allí los Karachi, que eran muy famosos en ese momento en Santiago de Cuba, y también Eliades Ochoa, antes de ser tan reconocido”.
Según Alfredo “en el patio de la Biblioteca Provincial Elvira Capa tocaba el ahora desaparecido grupo juvenil Muralla. Allí se reunían los jóvenes, pero buena parte del público era gay, personas que en los años 80 del pasado siglo vivían mimetizadas en la ciudad. Ese espacio, de nueve de la noche hasta las once, era uno de los preferidos. Las personas disfrutaban mucho 'descargar' con este grupo que tenía ahí espacio fijo todos los sábados en el horario nocturno”.
Según Leo “eran noches bohemias, de los talleres de escritores salían verdaderos artistas. En la UNEAC, afuera, los jóvenes creadores hacían lecturas de poesía y participan en los talleres literarios de la Casa Heredia. Ellos deleitaban con sus versos. En ese entonces las cosas no se hacían para ganar concursos o dinero, tampoco para ver publicado las rimas en algún libro, era más natural, más espontáneo y sincero, sencillamente se hacía para compartir sentimientos, aunque algunos de los que salieron de ahí luego se convirtieron en artistas de renombre”.
“No había bebidas alcohólicas, o sea, no se vendían” cuenta Enrique y añade “algunas personas las llevaban escondidas, donde más se tomaba era en el patio de la Biblioteca Elvira Cape o en el patio de la UNEAC, pero este último era de ambiente de intelectuales. Las personas disfrutaban las actividades de las noches culturales y no de la bebezón y comezón, era algo muy sano, eran otros tiempos, cuando salían de ahí a las 11 de la noche, todo el mundo iba a los video clubs y el día terminaba con una película de moda”.
“Se vendía mucha artesanía y no tan comercial como ahora, era algo más tradicional, en parte porque no había una gran presencia de turistas en la calle como pasó años después, y el fenómeno de las jineteras comenzaba, aunque se concentraban más en el Parque Céspedes. Aquellos que venían de otros países estaban más en ese parque o en la Plaza Dolores”, explica Leo.
Uno podía divertirse incluso sin dinero en los bolsillos, y con poco, podía comprar una buena cuajada en la Casa del Queso (en Heredia y esquina San Félix) y bebidas no alcohólicas en la Casa del Batido, que preparaban con avena, frutas tropicales, entre otros. Aquello era la gloria en ese entonces, experiencia que a los jóvenes de hoy casi les causa risas.
Esta céntrica calle debe su nombre a que en ella nació el primer poeta romántico de América, José María Heredia, el 31 de diciembre de 1803. Actualmente ese inmueble, monumento nacional, es una institución cultural que promueve la obra del autor del Niágara y del himno del Desterrado. Desde 1997 esta institución se subordina y forma parte de la Oficina del Conservador de la Ciudad de Santiago de Cuba.
Y a pesar de esta innegable condición que la hace relevante, el espíritu de la vida cultural de la famosa arteria se perdió, y las Noches Culturales Santiagueras no solo no heredaron esa esencia, sino que quedaron bien lejos de ser su sombra.
Calle Heredia hoy
La calle Heredia casi sufrió las consecuencias del turismo irresponsable: feo para la imagen citadina, incorrecto desde el punto de vista del desarrollo urbano y, a la vez, una situación muy lucrativa para los bolsillos de los cuentapropistas. En la actualidad, lejos de esos tiempos de muchedumbre transitando, estos últimos añoran esa época.
La competencia es desigual: existe hoy un Callejón del Carmen, una suerte de enorme bazar en extremo caótico donde se concentran muchos de los que antes ocuparon espacio en la calle Heredia, también un Corredor Patrimonial Las Enramadas remozada y donde cada día, con nuevos atractivos, y que es transitado por los muchos turistas que desembarcan en el crucero, y por último una Alameda con un llamado malecón que es una delicia entre los santiagueros.
No obstante, lejos hoy de sus días de esplendor, la calle en sí tiene méritos que le garantizan un lugar en cualquier guía de turismo de Cuba: discurre hacia el Parque Céspedes, principal espacio público de la ciudad, con una de las visuales más hermosas de Santiago, dominada por la Catedral, primera del país y también mayor edificio de madera de la nación y que se encuentra también en ese camino hacia el mar; la arteria alberga la casa de José María Heredia, también está la Casa de la Trova, sitio emblemático de ese género, la sui géneris Escalera, el Museo del Carnaval, único de su tipo en la isla, y otras instituciones de relevancia como la Biblioteca Provincial Elvira Cape.
La famosa arteria tuvo un proyecto de reanimación en medio del jolgorio por el medio milenio de la urbe, en específico se intervendría en 14 inmuebles y en espacios urbanos, sin embargo, no quedó más que en algunos atractivos que fueron añadidos, pero revivir aquellas legendarias noches, o sea, que la calle Heredia realmente fuera la arteria cultural de Santiago de Cuba, requería mucho más.
El aniversario 500 de fundada la villa de Santiago de Cuba vio nacer la tienda Cinco Siglos, la Casa del Queso –rescatando una que existió décadas atrás–, muy cerca una fábrica de queso, la Casa Dranguet, con su museo dedicado al café, y la Galería de Arte Naif Santiago.
Sin embargo, de aquellos años de venta de artesanías tradicionales, o más comerciales décadas después, solo quedan hoy un grupo de personas que a fuerza de vender «cubanía» elaboran sus piezas «pensadas» para ser adquiridas por turistas internacionales. Mención aparte requiere la sede del Fondo Cubano de Bienes Culturales, que escapa, un poco, a esa realidad.
De la Galería de Arte Naif Santiago es Pedro Luis Ramírez García, uno de los cuatro creadores que exponen y comercializan sus obras ahí, y asegura que los principales clientes son estadounidenses, canadienses, italianos y franceses quienes buscan, precisamente, la «cubanía»: “no solamente de los orishas y de la santería, buscan todo lo que sea defensa de la cultura cubana, por ejemplo el hombre del campo trabajando, la ciudad vista desde diferentes formas, la música la buscan mucho, también buscan postales impresas con la obra de los cuatro artistas de esta Galería. Se vende más o menos”.
En las paredes de este sitio, que pertenece al Fondo Cubano de Bienes Culturales y se encuentra frente a la sede provincial de la institución, se descubren cuadros con una marcada orientación comercial: las calles escalonadas de la ciudad, la mulata con un sentido caribeño desbordado, aquellos personajes típicos de la urbe, que se pueden encontrar en el desandar y la bandera cubana. Lo que muestra el sitio es casi un resumen de lo que sucede hoy en esa famosa vía de la urbe.
La calle Heredia, igual que otros sitios de la ciudad como el antiguo cine teatro Oriente, el Hotel Imperial o la pizzería La Fontana, son testigos singulares de generaciones de santiagueros que vivieron una época muy diferente a la actual y ellos representan el espíritu de personas que hoy recuerdan con triste remembranza el pasado de Santiago de Cuba.
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