Una parte de la blogosfera cubana se agita con una supuesta o real gravedad de Raúl Castro Ruz, como si en ello estuviera el destino de la patria; en esa pertinaz manía de creer que los muertos salen.
El propio Raúl se encargó de aclarar la ecuación: "Fidel es insustituible, salvo que lo sustituyamos entre todos", limpió el aparato de fidelistas, se rodeó de su gente del II Frente y de generales de los Camilitos, y trazó sus líneas estratégicas:
1.- Cuadrar la caja con Estados Unidos.
2.- Intentar uno, dos, tres muchos Viet Nam.
3.- Evitar que un conato de la aislada y maltratada oposición incendie las calles, como ocurrió en la "Primavera Árabe", el acontecimiento más estudiado por la Inteligencia cubana en los últimos años.
Con Obama alcanzó el mejor acuerdo posible para sus intereses; pero la visita del mulato, su discurso y la agilidad de los emprendedores cubanos inundaron de miedo el Palacio de la Revolución.
Los Centros de la DI en Washington y Nueva York deben haber hecho una mala evaluación del escenario electoral norteamericano, pues la Cuba oficial creyó o quiso creer que Hillary ganaba frente a Trump y ralentizó las reformas, abriendo un compás de espera inútil y lesivo para la mayoría de los cubanos.
Un 118% más de turistas norteamericanos atemorizó aún más al tardocastrismo, que acaba de reiterar una obviedad: no se permitirá la acumulación de riqueza, como si estuviese insatisfecho con la notable acumulación de pobreza.
Viet Nam sería un modelo posible, pero tiene el inconveniente que los vietnamitas son asiáticos y los cubanos son caribes que conocieron la modernidad por Mickey Mouse y no por el Tío Ho.
La represión interna se ha tornado muy preventiva porque Raúl Castro sabe -y a estas horas debe estar aturdido por la demencia venezolana- que una vez que el genio sale de la botella es imposible reembotellarlo.
Las facilidades migratorias, permitir que la gente critique en la calle y en los medios de comunicación, y la orden tajante a la Contrainteligencia y a la Policía de que enfríen cualquier litigio, forman parte del plan para llegar salvo a 2018.
La Habana tiene un lío enorme porque el mandamás tiene 86 años y a esas edades los mambises no están para Jimagayúes; aunque Mariela nos diga que mucha gente no quiere que su papá se vaya. ¿A dónde se va a ir?
La burocracia fidelista ha derrotado cualquier intento de racionalidad raulista, que pretendió que la gente trabajara con eficiencia sin tener que fingir lealtad personal al líder. Menuda paradoja.
La muerte de un mandatario de 86 años es un problema menor ante los retos de Cuba que -salvo milagro- tendrá que soportar un 15% de castrismo residual con saudade del jefe, que les daba una tarea priorizada y ellos gritaban: ¡paloquesea, Fidel, paloquesea! Pero luego se iban a jugar dominó y a emborracharse, hasta la siguiente ocurrencia.
La generosidad y solidaridad real entre cubanos, al margen de su posicionamiento político, es la única clave posible; otra variante haría dramáticamente real el espejismo de que el castrismo es invencible, cuando es un evento pasajero, incómodo, pero acotado en el tiempo.
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