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El problema de Cuba no es el envejecimiento poblacional en sí, sino la falta de un reemplazo demográfico, afirmó este martes el sociólogo e historiador cubano Haroldo Dilla Alfonso, en un artículo para el diario independiente Havana Times.
El investigador subraya que existen países en vías de desarrollo con mayores expectativas de vida que Cuba, pero sin alarmas demográficas, donde cuando ocurren vacíos se impulsa la inmigración para aumentar la productividad.
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“Dos cosas que Cuba no puede hacer, porque su aparato productivo es catastrófico y porque nadie, ni siquiera los empobrecidos braceros haitianos, estaría dispuesto a trabajar por un salario cubano”, explica.
El sociólogo refuta principalmente la idea expuesta por el director de la Oficina Nacional de Estadísticas de Cuba, Juan Carlos Alfonso Fraga, quien sostuvo para el periódico Granma que el envejecimiento poblacional en Cuba se relaciona directamente con un “desarrollo humano alto”.
“El incremento sostenido del porciento de adultos mayores sobre el total de la población se relaciona con la sostenibilidad económica, social, demográfica y ambiental del país y, como proceso, hay que verlo con una estrategia de población y desarrollo”, reza el artículo del Granma dedicado a esta problemática.
Para Alfonso Fraga, los cubanos “vivimos más porque tenemos más salud, más educación; tenemos más asistencia social y más seguridad ciudadana…resultado del proceso de desarrollo social alcanzado con la Revolución”.
Sin embargo, Dilla Alfonso insiste que se debe tomar en cuenta antes que todo el agravante que representa para la isla afrontar su envejecimiento con una emigración “brutal” y sostenida de la población joven cubana.
Desde la década de los 90 abandonan el país entre 30 y 40 mil cubanos anualmente. Este segmento poblacional se encuentra representado en su mayoría por personas entre los 20 y los 45 años de edad, explica el académico.
Igualmente, desde el año 2000 la cifra sufre un incremento de la población femenina. “Son jóvenes que se van, con sus vigores y saberes, y tienen sus hijos en otros lugares, donde las comunidades cubanas crecen de manera sustancial”, acota.
Por su parte, el Granma respalda que Cuba, desde 1978, no cuenta con un reemplazo generacional, siendo Villa Clara la provincia con mayor grado de envejecimiento. A esta le sigue La Habana con una peculiaridad: el municipio de Plaza de la Revolución es el más envejecido del país con un 27 % de adultos mayores. La tercera más envejecida es Sancti Spíritus.
Según cálculos oficiales, para el 2020 habrá un 21,5 % de adultos mayores, en el 2030 alrededor del 30 %, y finalmente en el 2050 el pronóstico es que haya 36,2 % de personas con 60 años y más.
El periódico destaca que existe la voluntad del Estado cubano de atender las necesidades del adulto mayor, además de una comisión gubernamental que atiende la dinámica demográfica para dar respuesta al lineamiento 144 de la Política Económica y Social del Partido Comunista.
Fraga insiste en la importancia del papel de la familia cubana para el cuidado de nuestros mayores, a lo que el Dr. Dilla Alfonso replica: “En realidad, afortunadamente, siempre lo han hecho. Con el apoyo insustituible de una comunidad emigrada que ha validado el adagio de que la sangre es más espesa que el agua, y ha asumido alimentación, curas y otras muchas atenciones de quienes quedaron atrás”.
El sociólogo concluye con la opinión de que quienes en Cuba no tengan esos apoyos del exterior “solo pueden ofrecer a sus ancianos -con sus pensiones simbólicas, la carencia crónica de medicinas, sus hospitales sin agua- el acre consuelo de una miseria compartida”.
Haroldo Dilla Alfonso fue investigador y director de estudios latinoamericanos del Centro de Estudios sobre América en La Habana antes de verse obligado a exiliarse en República Dominicana. Fue coordinador de investigaciones de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales en ese país, investigador y profesor de varias universidades locales y coordinador del Grupo Ciudades y Fronteras.
En la actualidad reside en Santiago de Chile, donde ejerce la docencia en varias universidades y es investigador del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad Arturo Prat. Es graduado de pedagogía e historia en la Universidad de La Habana, realizó estudios de postgrados en las universidades de Ottawa y Carleton en Canadá y terminó un Doctorado en Ciencias, mención en sociología urbana, en el Instituto Politécnico Federal de Lausana.
Ha publicado casi una veintena de ponencias y libros sobre democracia y participación popular, izquierda y populismo, desarrollo social y económico en América Latina, entre otros temas.
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