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En mi larga carrera periodística, he constatado que hay atletas con los que se tiene más empatía que con otros. Eso es una gran verdad. Pues bien, para mí Daimí Pernía es más que corredora una hija más.
La vallista larga Daimí Pernía, nació “corriendo” por las calles de su municipio La Palma, en la occidental y bellísima provincia de Pinar del Río
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“Precisamente ese estar corriendo siempre empieza mi paso por el atletismo cubano. Mi mamá, quien jugó básquet y fue profesora de educación física por 35 años en la escuela primaria donde me inicié, me inculcó el bichito del campo y pista. Comencé con el profesor Mojenas, y con trece años pasé a la Escuela de Iniciación Deportiva (EIDE) Ormary Arenado de la capital vueltabajera, donde estuve dos años bajo la tutela de Félix Sánchez.”
Sin cumplir los quince, la espigada muchacha fue captada por el también preparador pinareño Faustino Hernández, quien la integra a la nómina de la preselección nacional juvenil.
“Me capta para el equipo nacional juvenil, o sea, para la Escuela de Perfeccionamiento Atlético (ESPA), y comienzo a correr 100 metros con vallas y 200 lisos, ganando [sic] inmediatamente medallas de plata y bronce en los Juegos Nacionales Escolares.”
Sin embargo, al pasar Faustino, un indiscutible descubridor de talentos, a entrenador de los 400 metros con vallas, le pregunta a la Pernía si le gustaría incursionar en esa especialidad y así ella podría seguir bajo su égida.
“Enseguida acepté. Yo tenía una magnífica comunicación con Faustino y eso favoreció todo el proceso de cambio de distancia y modalidad. Los juveniles la vieron entonces danzar sobre la pista en los 400 vallas mientras las mayores la aceptaron en su posta larga, o sea, cuatro por 400. Fui al Mundial Juvenil de Portugal en 1994 pero nada pude hacer por acceder a la final. Quedé en noveno puesto, algo que me entristeció. Tampoco hice algo mejor en el Panamericano Juvenil en Canadá, aunque fui campeona nacional entre los bisoños”.
Cada vez que entraba al estadio Panamericano y veía entrenar a Daimí, sabía que Faustino Hernández estaba cerca. A veces había que “torearlo”, pues podía estar en la pista, otras en las gradas, otras en el pasillo que comunica el campo con el lobby, siempre con su cronómetro en mano. Siempre, el enjuto entrenador estaba ahí, observando el más mínimo detalle de su pupila: la técnica al sobrepasar la valla, la velocidad en el último e importantísimo tramo, la arrancada.
“Siempre entrené con Faustino desde que llegué a La Habana, tanto entre los juveniles como en adultos. Él para mí fue un guía, un gran entrenador; más que eso, un educador que supo conducirme y me ayudó a salir adelante en todo momento, apoyándome, con sabios consejos.
“Me encantaba correr los dos eventos: el relevo era adrenalina pura, saber que había tanta combatividad me exaltaba. Seguir a las corredoras y, si me sentía en buenas condiciones les pasaba por el lado como flecha, lo que mide tu capacidad y la velocidad para que puedas cambiar en los últimos metros. ¡Los 400 vallas eran mi pasión! Me sentía volar sobre la carrilera aunque siempre contra mí atentaban mis múltiples lesiones.”
Contrariamente a los que muchos piensen, a Daimí Pernía le gustaba mucho más, le era más fácil, entrenar con vallas que en el plano.
“Dominaba los obstáculos mientras el liso era más intenso para mis músculos. Pero, igual, le ponía alma, corazón y vida a ambos”.
La historia del atletismo mundial tiene el nombre de la cubana en varias de sus páginas que, puedo asegurarles, hubieran sido más de no haber presentado tantas lesiones en su vida. Así la vimos subir la enseña patria a lo más alto del podio en los Juegos Panamericanos de Winnipeg, Canadá, en el año 1999, al llegar primera a la meta en la final de los 400 con vallas, mientras cerraba la estafeta larga, integrada además por Idalmis Bonne, Zulia Calatayud (después campeona del mundo en los 800 en Helsinki 2005) y Julia Duporty ¿Y qué me dicen del Mundial de Sevilla, España, en ese propio 1999?
“Sin dudas, el momento más feliz de mi carrera se materializó en aquel espectacular estadio de la Cartuja, cuando gané a lo que más valía y brillaba en aquel tiempo en el planeta ¡Jamás lo pensé! Fue una sorpresa grande para mí, no así para mi entrenador que me decía que sí podía pero yo no me lo creía.
“Recordar el rostro incrédulo y decepcionado de la marroquí, la favorita, al ver en la pantalla gigante que yo era la campeona, es uno de mis recuerdos más vívidos”
Y créanme amigos, aquella carrera rompió todos los ribetes de espectacularidad pues, como casi siempre, la nuestra tropezaba con la última valla (defecto que la acompañó a lo largo de toda su carrera) y parecía que Nezha Bidouane la alcanzaba.
Pero no, la realidad fue otra. Dos tremendos tiempazos: 52 segundos 89 centésimas por la cubana, 52, 90 por la norafricana levantaron de sus asientos a los miles de aficionados reunidos en la Cartuja. De hecho, los mejores cronos de ambas de por vida y única victoria de la nuestra sobre Nezha. Dos años más tarde, en el Mundial de Edmonton, Daimi se mantuvo en el podio al quedar tercera, a pesar de no estar en forma óptima, por lo que fue catalogaba de muy buena su actuación.
“Mi mayor decepción fue no obtener una medalla olímpica al quedar cuarta en los Juegos de Sydney 2000.”
No obtiene resultados llamativos la pinareña después del 2001 y finalmente es dada de baja en la preselección nacional en el dos 2005.
Sin embargo, la Pernía no quería irse del deporte rey de esa forma y, entrenando y entrenando, logra hacer equipo Cuba en el 2006, cuando asiste a los Juegos Centrocaribeños de Cartagena de Indias. Ahí se impone en su especialidad y coadyuva al bronce del cuatro por 400.
En la Copa del Mundo de Atenas queda quinta y en los Juegos Panamericanos de Río 2007, integra la posta larga que ganó espectacularmente junto a Aymé Martínez, Zulia Calatayud e Indira Terrero. Cierra su andar por las pistas del mundo en el Mundial de Osaka cuando el relevo largo fue finalista. Los 52, 89 de Sevilla 99; los 53, 45 en Winnipeg 99 y los 53, 68 en Sydney 2000, resultan los mejores registros de la gacela pinareña.
“Echando una mirada atrás puedo decir que mi ídolo era Ana Fidelia Quirot. Para mí una grande de todos los tiempos, aunque no era vallista. A mí siempre me gustaron los obstáculos, los dominaba. Claro, menos la última valla.” (sonríe)
Ante la pregunta de cuál para ella sería el relevo ideal cubano responde: “Por supuesto, Ana Fidelia, Yeya Pentón, Zulia Calatayud y, modestamente, yo, esta guerrera pinareña.
“En cuanto a las vallistas largas que más ha admirado, la respuesta es rápida: la marroquí Nezha Bidouane y la jamaicana Deon Hemmings!.
Actualmente la muchacha de La Palma se halla de entrenadora en México. Con sólo cinco meses allí, la Pernía viene consolidando un trabajo con sus niños atletas.
“No estoy casada pero hay un novio por ahí rondando. No se puede perder la ternura. La vida es una. Anhelo ser madre, esos hijos serán mi medalla más preciada. Ah. Me encantan los perfumes, la ropa de moda y los zapatos. Soy fan de la moda hasta en los cortes de pelo.”
Y ojalá, muy pronto venga por ahí otra excelente vallista, pepilla, a la moda, corriendo como el viento, hija de una grande, Daimí Pernía.
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