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Casi desde el mismo momento en que fueron entregados (cambiados, reciclados o el participio que más guste), los refrigeradores de la marca china Haier ya empezaron a dar que hablar entre los cubanos, y no fueron buenas noticias ciertamente.
Muchos "agraciados" rápidamente comenzaron a quejarse de la poca calidad de los equipos y de la dificultad para repararlos.
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A ello se suma que no pocos se arrepintieron de haber caído en la trampa de la frase “escobita nueva barre bien”, y de haber entregado viejos (pero buenos) refrigeradores de marcas como Westinghouse, a cambio de ese “nuevo amigo chino”, de nombre anglófono y calidad dudosa.
Hubo quien se deshizo de su viejo refrigerador exsoviético, simplemente temeroso de no encontrar piezas de repuesto; sin embargo, la maldición del “no hay piezas” no ha sido ajena a Haier, según reporta Diario de Cuba.
Como no puede faltar en estos casos, el tema se complica cuando arriba la picaresca a los consolidados estatales: y los técnicos que te dicen que “no hay piezas” a nivel estatal, son los mismos que luego te van a casa a ponerte las piezas por un precio más elevado.
Las propias víctimas se saben estafadas, pero no les queda más remedio que aceptar si quieren tomar agua fría.
Una de las afectadas confiesa:
Yo sé que las piezas las sacan del mismo consolidado, son las que le corresponden a la gente que está en la famosa lista
Y añade el toque de resignación:
Pero es la única manera de que pueda arreglar mi refrigerador rápido.
A ello se suma que la ventaja de pagarlo “por la izquierda” muchas veces se reduce a la rapidez del servicio, pues las “tarifas oficiales estatales” no son mucho más bajas, según declaran los implicados.
Los técnicos se aprovechan del desconocimiento de la mayor parte de la población, y en ocasiones añaden al presupuesto recambios o acciones que no son del todo imprescindibles, simplemente para aumentar la tarifa a cobrar.
Una recepcionista de un consolidado de La Habana, entrevistada por el citado medio, se lava las manos y se hace la sueca a partes iguales:
Si los técnicos reparan por su cuenta, yo no sé. Aquí la cantidad de piezas tiene que cuadrar con la factura de servicios. Eso es lo único que yo sé.
A tanto desastre se suma que muchos han tenido que pasar por el amargo trago de mandar a arreglar un Haier que todavía no han acabado de pagar, pues fueron muchos quienes se endeudaron con el Estado para adquirir el equipo por cuotas.
Pero hay casos todavía peores, el de quienes aún continúan pagando un refrigerador que ya no existe:
A nadie le importa que el refrigerador se haya roto, lo tienes que pagar igual
se queja alguien. Y añade:
Yo sabía que eso podía pasar cuando lo cambié, pero saberlo no me quita la sensación de estafa.
Pagos fantasmas, ahorros esfumados en una nueva compra ante el hartazgo del Haier, otros que renunciaron porque no tienen economía para asumir los arreglos, son muchos los testimonios y, en general, no muy buenas las experiencias.
Hay quien califica de “mecanismo macabro” todo lo que rodea a los Haier, desde la campaña psicológica inicial para promoverlos, hasta el desastre posterior, y oyendo algunas historias, algo de eso tiene.
A partir del año 2005 y aproximadamente hasta el 2008, y como parte de la “revolución energética” concebida por Fidel Castro, las autoridades "instaron" a los cubanos a entregar sus refrigeradores –la mayoría de fabricación norteamericana– a cambio de otros de procedencia china, principalmente de la marca Haier.
Solo en La Habana fueron introducidos más de 670 000 refrigeradores provenientes del país asiático.
(Imagen tomada de cubanet)
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