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Cuando hace un par de años y algo más, específicamente en noviembre del 2013, unas fotos aparecidas en el blog de Santiago Caballeros (para más información ver el siguiente link) fueron subidas a Facebook como si hubiesen sido tomadas en Cuba, numerosos fueron los comentarios de quienes, sin haberse tomado siquiera la tarea de investigar el origen de las fotos, dieron por cierto que sí, que se habían tomado en Cuba. Y aunque el equipo del ya desaparecido blog Cienfuegoshoy se encargó de descubrir y denunciar el entuerto, algo siempre estuvo claro para ellos: aunque las imágenes no habían sido tomadas en Cuba, perfectamente pudieron haber sido tomadas en Cuba.
Rápidamente, blogs como La Polilla Cubana y La Esquina de Carlos se apresuraron a desmentir la autencidad de las fotos, pero desde un punto de vista algo distanciado de la realidad: para ellos, las fotos, estaban muy lejanas de ser posibles en un país como Cuba, donde los niños viven en la felicidad más plena. Pero el tiempo, siempre implacable, se encargó de desmentirlos de una manera irrefutable. Si en aquella ocasión los niños de las fotos parecían cubanos pero podían también ser dominicanos (como en efecto, lo eran) y también podían ser puertorriqueños, esta vez, los niños del video, si son cubanos. Lamentablemente.
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Lo más triste de todo, es que si en aquella ocasión el autor del artículo se lamentaba por la ausencia de los padres de los niños en la fiesta donde estos bailaban, ahora, en Cuba, no sólo al parecer están ausente los padres (¿lo están?) sino que los infantes son filmados por una maestra. Sí, por una maestra, esa que se supone esté ahí para enseñarles, educarles, guiarles... pero no todas son Carmela.
Una buena parte de los educandos que hoy asumen en Cuba la labor del magisterio son jóvenes que apenas rebasan los 25 años de edad. Yo no tengo nada en contra de la juventud, pero sí reconozco con pasmoso dolor que estos jóvenes de hoy nacieron en los años más duros del período especial, años en los que los valores morales del cubano fueron puestos a prueba, y en la pelea, no pocos fueron presas fáciles del facilismo y de la muy poca educación.
Siempre se ha sabido que los menores imitan a los adultos, pero en mi época no había "perreo" y mis padres, y los de mis amigos, palidecen hoy al ver estas imágenes. También muchos jovenes, que aún no rebasan los 25 años de edad están ofendidos. Y con razón. ¡Tal es la vulgaridad! Tal parece que el baile, o el modo en que hemos visto "evolucionar el baile" ha tomado ribetes de cotidianeidad. En mi época, poner una mano un poquito debajo de la cadera de tu compañera de baile era todo un éxito. De hecho, a veces apenas un dedo bastaba. Hoy "tal atrevimiento" se vería como algo anormal, porque lo que se pone y "se pega" por debajo de la cadera de tu compañera de baile es más que una mano. Y se hace en todos lados, incluso en casa, en fiestas de casa, incluso en fiestas de niños. Y se hace en los estadios de beisbol, delante de los padres, los padres ni le llaman la atención al infante y el video se vuelve viral.
Ver video de niño bailando en estadio de los Marlins
¿Dónde vamos?
Bueno, no sabemos; pero al menos pudieramos ir dándole todos un poco de freno a estas actitudes. Porque esto, sépalo usted, es abuso infantil. Y esto bien pudieran decírselo a Jorge Luis Pérez, el padre de uno de los niños que aparece en el video, residente en Camaguey, quien compartió orgulloso el video de su niño, "mostrando lo bien que se menea". ¡Válgame Dios... qué padre tan orgulloso!
Por lo pronto, la imagen inmaculada del pionero cubano, ese niño que va en uniforme a la escuela y pone una flor en el busto del maestro, ese que todas las mañanas dice que quiere ser como el Ché ha sido puesta en entredicho. Numerosos medios de prensa como el Daily Mail UK, uno de los diarios en el mundo con más recio abolengo, ya ha publicado un artículo en su versión digital en referencia a este video, a este triste video, que me hace recordar un uniforme que yo me ponía hace 30 años atrás, pero que para nada me recuerda a mi actitud en la escuela, ni en las fiestas de la escuela, ni a mis padres que nunca me dejaban solo.
Y mucho menos me recuerda a mis queridas maestras.
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