Todo comienza con el doble seis

No importa si es dominó, o si es capicúa –más común en los barrios cuando hay pocas mesas y muchos jugadores y es una forma de acelerar las partidas–, es este un pasatiempo que apasiona. Sobre todo, es un hijo adoptado por el cubano, y eso, lo resumen casi todo.

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Juego dominó en Cuba Foto © CiberCuba/Mario López

Este artículo es de hace 7 años

Nadie sabe cómo termina el juego de dominó de mis vecinos, o en cualquier otro lugar del país. Este mundo es una cultura difícil de entender, pero es igual de apasionante y, sobre todo, muy cubana y emotiva.

En ocasiones, al final de la noche rayando la madrugada, van todos sanos y salvos, felices y contentos, a sus hogares. En otras, se retiran “faja'os”, con cara de pocos amigos, y medio roncos de tanto gritar, pero también recuerdo la vez que uno sacó una navaja y terminaron en el piso algunas pocas gotas de sangre. No sé bien qué pasó, fue mientras dormía, pero más o menos me contaron que lo provocó una acalorada discusión, y al otro día, todos ellos, tan socios como siempre.

En una mesa de dominó cualquier cosa puede pasar

Este pasatiempo, como la trova misma nacida en Santiago de Cuba, sin trago se traba. Con la espirituosa bebida suelen aparecer los filósofos de la vida, esos cubanos que “se la saben todas”, y hablan especialmente de las mujeres, de las relaciones amorosas, de los desengaños, del ron, de los hijos y los amigos.

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Aunque al dominó se le conoce como el juego que inventaron los mudos, en Cuba ciertamente lo acogieron los más habladores. Aquí se gesticula, se tiran las fichas casi como deseando rajar la mesa a la mitad, se inventan lenguajes secretos, se marcan las puntas por donde se desea que el compañero juegue o no… a falta de lenguaje articulado, existe un complejo y elaborado sistema de códigos, que va desde lo coloquial, lo más “callejero”, hasta el referencial, que indica personajes populares o de la cultura, incluso aquel particular de cada pareja. Es un mundo tan rico y exclusivo que ha motivado, incluso, investigaciones académicas.

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El “blanco” es “blanquizal de Jaruco”, el 1 “el lunar de Lola”, el 2 “duque”, el 3 es el “trío Matamoros”, el 4 “el cuarto de Tula cogió candela”, el 5 “sin comer no se puede vivir”, y el 6 “se hizo el loco”, aunque mi abuela a esta ficha prefiere decirle la “caja de refresco”, y la tira con desdén, no soporta tenerla arriba. Existen otras muchas más frases, casi como mesas de dominó hay en Cuba. Pero en todo caso, las escenas son casi las mismas: indescifrables para los desconocedores.

“Blanquizal de Jaruco pa' empezar”, dice uno “el mío, ¿te quedas con la gorda?”, el de la derecha, entre tragos de ron, asegura “mira quién llegó, el duque”, el siguiente, que es el que menos habla, casi en cámara lenta deja caer la ficha, mira la pareja y le asegura “sin comer no se puede vivir”, el primero vuelve a jugar y riposta “blanquizal de Jaruco, de nuevo pa ti”. ¡Y eso es solo una ronda!, imagine el juego completo.

Dos variantes del dominó en Cuba

Aunque existen dos variantes del dominó en Cuba, en el oriente el que se juega es el que llega hasta el doble seis, el de 28 fichas, pueden ser dos o tres personas, pero el más emocionante es entre dos parejas.

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Puede ser el “dominó” propiamente dicho o a la “capicúa”, que es cuando la ficha final si puede ser jugada por ambos extremos, valen doble los puntos para los vencedores. Este último, por sus peculiaridades, en un santiamén puede provocar el más apresurado giro en el juego y cambio de humor, desde la alegría hasta el acaloramiento exacerbado, para no decir una buena mala palabra, que es lo que bien cabe aquí…

“El dominó lo inventó un mudo”, le decía mi abuelo a mi abuela, y ella lo miraba de regreso, con esos ojos fulminantes de canaria/cubana de mal genioso, acompañados de la misma expresión siempre “para ser dominó, y ser divertido, hay que hablar”. A sus nietos, ella les enseñaba a colocar las fichas, armar fortificaciones y hacer filas para ir derrumbando de una en una, todas las piezas.

Fuera de la calidez del hogar, el dominó es otra cosa, que mucho puede cambiar, pero siempre será una exquisita expresión del ser cubano. Es machista, por alguna razón que nadie esboza, pero la observación empírica así me lo ha demostrado: son pocas las mujeres que se arriesgan a compartir ese sabroso pasatiempo en una esquina, debajo de la luz amarilla de un poste, en el barrio, fuera de la comodidad de la casa o una reunión de amigos.

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Es justo ahí, donde las calles se tuercen en 90 grados, el sitio que más rico se siente el dominó, a unos decibeles que jode a los vecinos, pero aviva el corazón. ¡Ahí es cuando de verdad se juega el dominó en Cuba!, en medio del ron, a veces hasta con dinero en la mesa, con las historias de vida a flor de piel; ahí es cuando más se grita, duelen las manos de dar fuerte con las fichas, y cuando las acaloradas discusiones recorren toda la calle hasta dar a la otra esquina, en el momento en que las demás personas oran, suspiran y suplican porque caiga un buen aguacero que acabe con el endemoniado juego de dominó.

Euclides: el hombre que dominó el dominó

“Pregunta por mí donde quieras, que todos me conocen”, y sí, efectivamente, muchos reconocen a Euclides Moya como uno de los mejores jugadores de dominó de Santiago de Cuba y del resto del país, pues ha medido “fichas” en varias plazas del suelo nacional. Su nombre, de origen Griego y que significa “de buena reputación”, en este caso, le hace honor.

Hoy es el presidente de la peña “La Ficha”, conocida por todos como la peña del parquecito Serrano, que acaba de cumplir su primera década de fundada con casi 100 miembros y el doble de personas que, no inscritas de manera oficial, habitualmente comparten las mesas de esa sociedad, en ese importante espacio público de la ciudad de Santiago de Cuba.

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“La peña La Ficha comenzó con personas que éramos socios, gente que bajábamos y subíamos Las Enramadas, que nos deteníamos en el Parque Serrano a conversar. Después descubrimos el amor por el juego del dominó y comenzamos a unirnos, a tal punto que hoy nosotros mismos en ocasiones compramos los juegos de dominó; esto resulta atractivo para muchos, hasta extranjeros, en una ocasión una nos regaló un televisor para que lo tuviéramos aquí en la peña”, asegura Moya y acota que “en diez años hemos creado una familia”.

De lunes a lunes funciona esta peña, de nueve de la mañana hasta la siete de la noche, los sábados y domingo de nueve de la mañana a nueve de la noche, pero, ¿en realidad?, ellos no tienen hora de empezar, y muchos menos de acabar. Hasta que quede en pie una ficha por poner ahí están ellos.

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En este espacio del parque Serrano, justo en la calle más transitada, populosa y comercial de Santiago de Cuba: el Corredor Patrimonial Las Enramadas, se combina el incansable ir y venir de las personas, el sonido del órgano oriental, el pregonar de un hombre que vende pulpas de tamarindo con el inquietante sonido de las fichas al caer con fuerza. Es un ambiente único, de una ciudad bulliciosa y ruidosa.

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“El más joven de la peña es Félix, tiene 23 años, pero tengo dos miembros que sobrepasan los 80 años, hay también cuatro mujeres solamente, pero es un millón de personas los que a diario juegan en nuestras mesas de dominó, incluso extranjeros. Tenemos tres mesas según el nivel de conocimientos del juego, porque algunos vienen con ganas de aprender, pero otros no, estos último solo quieren divertirse”, detalló.

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El dominó lo hizo un mudo, o es para mudos, pero esa expresión encuentra en La Ficha fuertes detractores.

“Eso es un dicho solamente. Cerca de mi casa hay otra sociedad de dominó que se llama El Silencio, pero ahí de silencio no hay nada. Hay otras en Santiago de Cuba. Además de la que dirijo, La Ficha, están también El Sonido, La Esperanza, de Los Olmos…, y cada una de ellas tienen su 'marque', pero cuando uno hace pareja con alguien, entre los dos crean otro código de señas diferente, único, otro 'marque', aquí en “La Ficha” nosotros no tenemos un 'marque' propio, usamos otros de otras sociedades que ya están reconocidos, los 'marques' de La Esperanza y de El Silencio”, explica Euclides Montoya.

“En el dominó el 'marque' es la comunicación, antes de sentarnos a jugar, yo con mi pareja de juego, nos ponemos de acuerdo para saber qué 'marque' vamos a emplear, y así poder comunicarnos, y saber qué tiene el otro”, explica Moya y agrega que “por ejemplo si tú arrastras la ficha, estás diciendo que tienes dos de ese número; si pones la pieza y das con el puño en la mesa, entonces tienes el doble; si pones la pieza sin el dedo arriba, tienes del cuatro para arriba; si pones la ficha con el dedo, tienes el doble; si sacas la mano cuando pones la ficha sacas la mano para afuera, es que no llevas. En el 'marque”' de la sociedad El Silencio, cuando tienes dos de una ficha, la tiras o la rueda; si tienes el doble dejas caer la ficha bombeada; si tienes cuatro de un número das un pequeño toque y ruedas la ficha…”

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Según Moya: “dicen que yo soy el mejor dominista, eso dicen mis fanáticos”, pero se apresura en acotar que “me equivoco muy poco, esa es la verdad, cuando empieza el juego yo hago un seguimiento de cada jugador, y dentro de muy poco tiempo ya yo soy capaz de decirle a cada jugador más o menos los puntos que tiene y las fichas que están en su mano”.

“Eso se aprende, pero también sobretodo se nace con eso, y ¡cómo no!, hay que estar arriba del dominó”, sentencia Euclides Moya, quien hoy tiene 41 años pero juega dominó desde los 16, y quien define ese pasatiempo como “una máquina de hacer amigos”.

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No importa si es dominó –que es la variante que más se prefiere al menos en Santiago de Cuba–, o si es capicúa –más común en los barrios cuando hay pocas mesas y muchos jugadores y es una forma de acelerar las partidas–, es este un pasatiempo que apasiona. Sobre todo, es un hijo adoptado por el cubano, y eso, lo resumen casi todo.

El dominó –y no importa si es a doble seis o doble nueve– siempre es Cuba, cubanos, barrios de este pequeño país, son escenas cotidianas de esas que abruman pero también intoxican de felicidad, es descarga con los amigos, es AMISTAD, es compartir la noche, es lenguaje, es locura, ron y cigarro, es, quién se atreve a dudarlo, componente esencial de la cubanía.

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