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Santa Clara, el más antiguo convento de La Habana.

Este recinto histórico ocupa cuatro manzanas  entre las calles: Cuba, Sol, Habana y Luz. Al expandirse esta edificación, quedaron en sus inmediaciones tramos de vía y de viviendas. Tal es el caso de la llamada Casa del Marino, donde radica hoy un hostal, incrustada en medio del patio de uno de los claustros del antaño convento, con su aspecto morisco y sus balcones de madera.


Este artículo es de hace 15 años

Durante la etapa de institución de La Habana, en más de una ocasión se pidió la fundación de un convento donde, bajo los mandatos de Dios, se impidiera que las nobles hijas de los vecinos de la villa sin posibilidades de contraer matrimonio acorde a los atributos de sus personas, pudieran correr el riesgo de dilapidar su nombradía y sus pudores.

Después de un largo período de análisis en cabildos y otras instancias, fue aprobada por real cédula la licencia para la edificación del primer convento de monjas de La Habana, el cual quedó concluido en 1644.

Sin embargo, incongruentemente, la mayoría de sus primeras convivientes provenían de Cartagena de Indias, Colombia, no tanto de la naciente ciudad habanera.

Se desempeñó con tal objetivo hasta 1922, cuando las monjas decidieron vender el convento, incluida su iglesia, y se mudaron a una nueva sede en la barriada de Luyanó.

Fue cuando la curiosidad de miles de habaneros por saber lo que había detrás de aquellos, por siglos infranqueables muros, colmó el recinto, permanentemente, por más de cuarenta días. Luego se decidió destinarlo a la Secretaría de Obras Públicas, en 1926.

En la actualidad, en las antiguas celdas del viejo convento de tres claustros, funcionan las oficinas del Centro Nacional de Conservación, Restauración y Museología, con su consecuente beneficio palpable para el añejo inmueble.

Por sus exteriores solo se pueden ver unos largos y altos muros tapiales con ventanas rectangulares y balaustres torneados en dura madera. Sus interiores son el más fiel reflejo de su época.

Este recinto histórico ocupa cuatro manzanas  entre las calles: Cuba, Sol, Habana y Luz. Al expandirse esta edificación, quedaron en sus inmediaciones tramos de vía y de viviendas. Tal es el caso de la llamada Casa del Marino, donde radica hoy un hostal, incrustada en medio del patio de uno de los claustros del antaño convento, con su aspecto morisco y sus balcones de madera. Sobre esta casa, se cuenta que fue mandada levantar por un acaudalado armador y  corsario para su hija, quien, decidida por tomar los hábitos puso la propiedad a disposición de las religiosas, muy a pesar de las súplicas del padre de que abandonase tal vocación.

Los patios del lugar estaban ocupados por árboles frutales, hortalizas y un cementerio. Pero es tan amplio el espacio, que se asegura que allí fueron sepultados los cuerpos de ambos bandos contrincantes en la toma de La Habana por los ingleses, tras las monjas haber abandonado su espacio por otro más seguro hasta que fue restituida la ciudad a España, once meses después.

El claustro principal, en torno al gran patio, resulta magnánimo, ingenuo y elegante, a la vez que sobrio, fresco y relajante. Como todos los muros de la edificación, sus galerías bajas son de sólidas arcadas de mampuesto, lo que contrasta muy a la vista con la profusa utilización  de madera en todas las formas posibles y con el talento de maestros carpinteros, que se recrearon en puertas, balaustres, barandas de escaleras y balcones.

Pero donde alcanzan estos trabajos su más alto nivel es, precisamente, en los techos. Exquisita excelencia en alfarjes y sus distintos componentes como faldones, cuadrales y tirantes, entre otros.

En fin, en el antiguo Convento de Santa Clara, hoy puede vivirse una historia religiosa de más de cuatro siglos, en contacto directo con quienes la rescatan y conservan cada día.

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