Ubicada en el municipio Boyeros en el barrio de Rincón, se encuentra la Iglesia de San Lázaro.
La historia de este emblemático lugar se remonta a unos siglos antes. Corría el siglo XVII cuando los enfermos de lepra eran atendidos en un lugar conocido como Caleta de Guillén, ubicado en la zona extramuros de la ciudad. Las deplorables condiciones de los bohíos que servían de albergue a los pacientes, y el aumento de los dolientes que, en muchos casos deambulaban por la ciudad y a las puertas del lugar solicitando ser admitidos, hicieron que el capellán del hospital presbítero Juan Pérez de Silva y el Dr. Francisco Teneza solicitasen al Rey de España, Felipe V, un hospital con mejores condiciones para atender a los enfermos de lepra.
En cédula real, con fecha 19 de junio de 1714, su majestad ordenó la edificación del Real Hospital de San Lázaro. Unas décadas después, en 1781 se inauguraba un nuevo hospital, de dos plantas, con una iglesia de monumental fachada ubicada en el centro de la edificación.
Sin embargo, este no sería el sitio definitivo de enclave para el leprosorio y su iglesia. La falta de financiamiento, los daños por inclemencias del tiempo, las quejas de los vecinos por temor al contagio con los enfermos, entre otras razones, motivaron que se decidiese buscar una zona apartada de la ciudad para ubicar el nuevo hospital.
A principios del siglo XX, gracias a la Junta de de Patronos y a las autoridades de beneficencia y las sanitarias se aprobó su instalación en la Finca Dos Hermanos, ubicada en el poblado de Rincón, en el municipio Santiago de Las Vegas.
La fertilidad de las tierras aptas para el cultivo, la ubicación, alejada de núcleos urbanos y cercana a la Estación de Ferrocarriles lo hacían el sitio idóneo para levantar el nuevo hospicio. No obstante, la propuesta no fue acogida con mucho entusiasmo por los enfermos que sentían que el nuevo enclave dificultaría las visitas de los familiares. Sin embargo, la idea fructificó y el nuevo proyecto se llevó a término.
El traslado de los enfermos no estuvo, por su parte, exento de problemas. En febrero de 1917, en condiciones casi inhumanas, fueron llevados al nuevo recinto aún sin terminar, sin agua corriente, ni luz ni condiciones para una correcta atención. Según cuentan los historiadores y testimonios de la época, la devoción, entrega y sacrificio del padre Apolinar López y la madre superiora sor Ramona Idoate consiguieron acondicionar el lugar y hacerlo habitable hasta la total culminación del conjunto, con 42 edificaciones, 13 para los pacientes, y el resto para la administración, la iglesia, hospedaje de las religiosas y demás menesteres.
Un sencilla iglesia, inicialmente de madera y tejas, formada exclusivamente por una nave central y sin campanario fue levantada a principios de los años 20 del siglo pasado.
En 1936, gracias a la recaudación colegida por la orden Hijas de la Caridad, proveniente de las donaciones públicas se puso en marcha la primera restauración del templo religioso. En la décadas de los cincuenta se colocó sobre el altar mayor una cúpula rematada con una cruz, y un portal techado con cristales inexistente en la actualidad. Esta primera fase de ampliación y reforma concluyó en 1960.
Las dos naves laterales que posee el templo en la actualidad, fueron levantadas en 1990, momento en el cual se reforzaron techumbre y paredes, se repararon herrería y ventanales, se eliminó el techo acristalado de la entrada, se sustituyó el piso por el actual de mármol, además de otras mejoras menores.
La fisonomía actual del templo le confiere un carácter ecléctico y singular: estilo neogótico para el altar mayor y los laterales, neoclasicismo y romanticismo en el altar donde se encuentra San Lázaro obispo y modernidad en las líneas y luminosidad natural que invade el lugar. En la fachada se ubican tres campanas bajo tres arcos de medio punto y un reloj circular que corona la campana central. Los laterales, idénticos y simétricos con respecto a la nave central poseen sendas puertas y ventanas.
Dentro de la iglesia se hallan varias capillas y altares con imágenes y representaciones de otros santos venerados por los cubanos, una de ellas, la más importante y visitada, la de San Lázaro milagroso, ubicada a la izquierda del acceso principal.
Al fondo de la iglesia se encuentran la sacristía, un salón para juntas y reuniones y en el piso superior, las habitaciones del capellán.
La iglesia recibe todos los años y casi todos los días, a decenas de fieles. El día 16 de diciembre, vísperas del 17, cerca de 15 mil devotos peregrinan hacia el sagrado templo en prueba de su lealtad y agradecimiento, algunos con ofrendas, flores, velas y otros haciendo de su sacrifico y casi martirio físico la mejor muestra de su gratitud y devoción. Muchas personas, provenientes de casi todas las partes de la geografía cubana, recorren kilómetros andando, algunos soportando pesadas cargas que laceran sus fuerzas y extremidades.
La festividad, no reconocida por la iglesia, es muestra del sincretismo de cultos presentes en la Isla Caribeña que aúna en una sola figura al personaje bíblico San Lázaro, amigo de María y Jesús, al Lázaro mendigo de la parábola del Evangelio de San Lucas y al orisha africano Babalú Ayé, simbiosis de los dos anteriores.
En la década de los 90 del pasado siglo, La Iglesia de San Lázaro recibe el título de Santuario Nacional, por ser uno de los sitios de peregrinaje y culto más conocidos y concurridos de Cuba, además, de por la rica historia que alberga.
Es, después de El Santuario de El Cobre, el segundo sitio de peregrinaje de Cuba.
En 1998 el templo, sus religiosos y fieles devotos recibieron la visita del Santo Padre, Juan Pablo II.
Obtuvo en el año 2014 el Premio Nacional de Restauración.
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