(Foto del Autor) El documental Usufructo de Eliecer Jiménez Almeida te sorprende como un golpe trascendental en la historia de la cinematografía cubana. En sólo diez minutos Jiménez recorre la era moderna cubana fuera de la ciudad. La película, que retrata una Cuba neofeudalista, es un homenaje al tiempo, a la memoria y al dolor. Cada plano lleva el temblor del alma del artista que casi convierte al corto en un brumoso autorretrato de su trabajo. La exquisita y bien pensada fotografía se mezcla en suave comunión con el guión y el sonido del redundante día de un campesino cubano. Cada fotográma está cuidadosamente bañado del sonido del campo de Cuba. La voz, en este caso imperecedera, que no suele llegar oral, sino escrita en cortos intermedios negros, nos guía a través de la historia de Heriberto, el protagonista. Aún así no hay espacio al silencio, aunque no se mencione palabra hasta la mitad de la obra, y con una frase que podría pasar inadvertida, pero que en el contexto de Usufructo, y de Cuba, es vital, y más en voz de Heriberto: “Ella se acomoda, pero no se cae”. El documental no es sólo una película. Es una tesis. Es caer de rodillas. Descubrimiento. Perplejidad. Culpa. Dolor. Incertidumbre. Abandono.Dos manos que te sostienen por los hombros y remueven las cataratas de la conciencia. Usufructo no sólo demuestra el dominio absoluto y correcto del artista de todas las herramientas cinematográficas, además, se enriquece de la parte más humana y cubana de sus autores, tanto actor como director. El uso de la cámara en mano, los planos fijos, ese magnífico momento en que la cámara respira sobre la nuca del protagonista y nos sumerge en el crujir del cuero, en el sudor de la yegua, en su acomodado paso; todas son expresiones técnicas muy bien utilizadas. El objetivo es alejarnos para reflexionar o acercarnos y que nuestras emociones, nuestro juicio moral, intervenga. Esto otorga vida propia a la obra y supedita la técnica al arte. Los recursos mínimos con que contó el director, guionista, productor, fotógrafo y sonidista no significaron obstáculo, todo lo contrario, la luz del campo cubano, la cenital y ardiente luz, también es protagonista en la mayoría de las escenas. Es justo señalar la precisa actuación de Heriberto. Hacia la mitad del corto, la mirada del protagonista directamente a la cámara nos distancia lo suficiente como para entender que eso es más que una historia, que un documental. Heriberto de verdad existe y nos mira, saca su cuenta y nos mira, y se establece una relación más personal pero juiciosa sobre lo que estamos viendo. Jiménez nos ha sorprendido y nos ha sentado en el sofá a mirarnos por 10 minutos, como personas, pero sobretodo como gestadores y partícipes de una sociedad atrasada, de un gobierno injusto, esclavista y demagogo. Tan real que a veces parece inverosimil. Heriberto somos todos. Es mucho más: Heriberto es Cuba. Y entonces explota todo el dolor que acompañará a la obra en su amplitud y que toma punzante atención en frases perdurables que también son nuestras, aunque no se digan o aunque sólo las pronunciemos para nosotros mismos, que es aún peor. El autor nos permite elaborar nuestro propio límite entre Humildad, Pobreza y Esclavitud, y la consecuencia moral que esta decisión implica. La distancia entre estos conceptos es mínima, pero cimiento para la construcción de una sociedad justa, democrática, postmoderna. Basta la historia de Heriberto para reescribir cada cláusula de la República. Es por esto que la realidad de la isla pareciera surreal, porque nos impone entender que no lo es. Usufructo es una película antropológica social. La influencia de grandes películas de la cinematografía cubana como Suite Habana, o el estudio fotográfico del artista Raúl Cañibano se intuyen. Toda la película nos sumerge en profunda meditación crítica como seres pertenecientes a la sociedad cubana y nos remueve la consciencia con frases desgarradoras como "La muerte es trabajar y no tener nada”. La intención del autor no es hablar desde el optimismo, cuando el optimismo ha sido la boya en el horizonte del que se ahoga. Está escrita desde el pesimismo, desde el dolor auténtico, y termina aún peor, termina en un ruego a lo superior, a la religión, a algo externo; un milagro, porque "hay que despertarse y seguir".Termina en el cine y comienza en nosotros. Termina la conversación personal entre Jiménez y nosotros. Su inquisición. La pregunta que trasciende y hace trascender a Usufructo: a Cuba.
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