En Santiago de Cuba existe una playa llamada Daiquirí. En una mina de hierro, de la misma región y con el mismo nombre, trabajaba a finales del siglo XIX el ingeniero estadounidense Jennings Cox. A este señor se debe el surgimiento del célebre trago cubano Daiquirí.
Daiquirí es un cóctel para refrescar
Cuentan que Jennings Cox recibió una visita en casa y cuando preparaba las bebidas de agasajo, se dio cuenta de que no tenía ginebra, así que tuvo que hacer gala de buen anfitrión al estilo cubano poniéndose creativo. Usó ron blanco santiaguero y para bajarle intensidad lo camufló con limón y azúcar.
Su amigo, el ingeniero italiano Giacomo Pagliuchi, bautizó el trago con el nombre de la mina de hierro que por razones del destino allí los reunía. Es decir, Daiquirí.
El Daiquirí se extendió poco a poco por los bares de la Isla. Incluso existen evidencias de su consumo fuera del territorio nacional desde principios del siglo XX. Es un cóctel para refrescar desde su concepción originaria. Pero su verdadero carácter frío y sabroso se lo dio unos añitos después de su creación, el señor Constantino Ribalaigua, barman de El Floridita, quien incorporó sabiamente el hielo frappé.
El boca a boca cubano ha hecho correr la historia de este trago de generación en generación.
My Daiquirí in El Floridita
El verdadero salto a la fama mundial de este cóctel de El Floridita no estuvo sólo en las manos del barman sino en las de su cliente, el Premio Nobel de Literatura Ernest Hemingway. En el lugar que usualmente ocupaba en la barra del bar este destacado escritor, hoy existe una escultura que lo recuerda y evoca aquella frase suya inolvidable “My Mojito in La Bodeguita, my Daiquiri in El Floridita”.
La receta de este cóctel es una muestra del valor de las cosas sencillas. Su historia es curiosamente un homenaje a la inventiva y a la creatividad propias de quienes han vivido y viven en esta maravillosa isla.
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