Al igual que el anterior, este es uno de los tantos bares que engalanan a La Habana Vieja de noche, pero aun así pasa inadvertido. Con un puntal alto y largas cortinas que dan la bienvenida al visitante, una particularidad del bar es la música en vivo, pero no de la típica agrupación de música tradicional cubana, sino un pianista en solo que complace peticiones a suerte de victrola personalizada, incluso si ello incluye dejar el piano a manos del interesado. Más de una centena de corbatas adornan la barbacoa del espacio reservado y parafernalia de los años 50 inundan el resto de los espacios. Es un sitio ideal para festejar y disfrutar de la música cubana de todos los tiempos.