Exbasquetbolista cubano Karel Negrete Vázquez crece en París como entrenador

"Empecé como jugador y después me propusieron un puesto de entrenador. Me formé como técnico aquí en Francia, tengo un diploma de entrenador regional de baloncesto; es decir que puedo entrenar hasta el nivel regional (provincial)"

Karel Negrete Vázquez © Cortesía del entrevistado
Karel Negrete Vázquez Foto © Cortesía del entrevistado

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Nunca había podido entrevistar a nadie que viviera en París, ciudad luz convertida desde ya en la capital mundial del olimpismo y ¿quién les dice que como caído del cielo conozco a Karel Negrete Vázquez, un exbaloncentista amigo de mi querido Lieter Ledesma?

Karel es hijo de Georgina Vázquez Payrol, destacada jugadora del seleccionado nacional de baloncesto en la década del 70. Ser hijo de una grande del básquet cubano ¿te impulsó a la práctica del deporte de las cestas?


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Realmente, yo nací bañado en el mundo del deporte; mi mamá como ya mencionabas fue integrante de la selección nacional de baloncesto que participó, entre otros eventos, en los Juegos Centroamericanos y del Caribe Panamá 70 y los Panamericanos de Cali 71. Yo respiraba deportes pues además, mi papá es el conocido dr. Eduardo Negrete Torres, ex corredor de 800 metros en la época de Juantorena y uno de los médicos deportivos más reconocidos en Cuba. Así que, en efecto, ellos influyeron mucho en mi vocación deportiva.

Eres abogado, eres entrenador de básquet, vives en París, has formado una bella familia. Antes de adentrarnos en tu deportiva infancia ¿cuál es tu actual panorama en París?

Como dices, estudié Derecho en la Universidad de La Habana, luego trabajé como profesor universitario en Teoría Política y Filosofía Política en la facultad de Economía y Comunicación Social. Fui profesor de Economía Política en la municipalización. Y mi servicio social obligatorio lo hice como fiscal en el sistema empresarial. En el 2008 conocí en Cuba a mi esposa Naiara; ella es francesa. Después de dos años de ir a Cuba, nos casamos y vivimos en París desde el 2010.

Tremendo salto ¿qué haces en la capital gala?

En Francia hice un máster en Literatura, soy profesor de Literatura Española y además pasé una formación federal para entrenador de baloncesto. Retomé mi pasión. Empecé como jugador y después me propusieron un puesto de entrenador. Me formé como técnico aquí en Francia, tengo un diploma de entrenador regional de baloncesto; es decir que puedo entrenar hasta el nivel regional (provincial).

Hace más de 10 años entreno clubes en París con buenos resultados, el mejor de los cuales hasta ahora es ser campeón municipal (departamento 94, Ile de France) en la categoría 14 – 15 años. El nivel del baloncesto aquí es muy bueno. Es el deporte preferido de los parisinos y los franceses en general, después del fútbol y el rugby.

Con mucha modestia he tratado de aprender del deporte francés que es muy diferente al nuestro. Nosotros somos muy apasionados; en Francia es mucho más tranquilo, la comunicación es muy importante, los jugadores son mucho más racionales.

En Cuba, si a nosotros nos decían que teníamos que tirarnos a buscar la pelota al suelo de cemento, no lo pensábamos dos veces. Aquí tienen todas las condiciones y los recursos, aunque en varias ocasiones me he visto en la situación de pagar con mi salario la licencia de jugadores que no tienen dinero y el club no los acepta si no pagan. Todo no es color de rosa.

Convivio Cuba- Puerto Rico, Sala Polivalente Ramón Fonst, 1994 / Cortesía CiberCuba

He pasado por todas las categorías, lleva mucho estudio, hay que formarse todo el tiempo; el baloncesto ha cambiado, se juega más desde el perímetro, se utiliza más el uno contra uno así como el “pick and roll”. Ahora mismo estoy pasando un curso como preparador físico para deportistas.

¿Creció la familia?

Pues sí; en Francia fundé una familia con mi mujer con la que llevo casado 15 años y tengo dos niños Diego que tiene 8 años y Anna, 6. Son niños magníficos y muy lindos. Diego quería practicar fútbol porque todo el mundo lo llamaba Diego Maradona y cuando vio que el fútbol era muy duro, aquí con 6 y 7 años hay niños que juegan muy buen fútbol, enseguida me dijo que quería hacer básquet jajajaja. Yo no me puse bravo porque escapé de ver los entrenamientos, bajo lluvia y en invierno con frío. También toca la trompeta en el conservatorio de música.

Anna está en gimnasia; vamos a ver si le gusta y continúa. La entrenadora me dijo que tenía todas las condiciones físicas para el deporte. Veremos.

Alrededor de 50 atletas representarán a Cuba en los cercanos Juegos Olímpicos y otra veintena lo harán por otros países ¿los apoyarás por igual?

Siempre los apoyaría a todos, un cubano es cubano donde quiera que esté. Siempre los deportistas que van con la bandera de Cuba para mí son un orgullo, verlos es una emoción y… con otras banderas, igual.

Cuando era atleta me di cuenta de todos los límites que nos imponían y aunque ahora ha cambiado un poco la situación, quedan deportes en los que la contratación no existe. Si vamos a ver, otros países tienen muchos deportistas de otras nacionalidades.

Uno no es solo de donde nace y crece, también es de donde vive, se desarrolla, funda una familia, trabaja, etc. Le pasa a los entrenadores. Por ejemplo, el técnico del equipo de fútbol de Uruguay es argentino; Iván Pedroso ha creado una de las mejores academias de salto en el mundo con una base técnica y de entrenamiento de la escuela cubana de salto.

Lo que hace Pedroso en España, no se puede hacer en Cuba, porque no hay condiciones para ello ¿por qué no hacer un contrato con Pedroso para que los atletas cubanos hagan estancias de entrenamiento con él?

Que vivan, trabajen y si después quieren competir por Cuba, que la patria los reciba orgullosa. No considero que sea un problema, todo lo contrario, que tres cubanos ocupen el podio de una competición como puede pasar en el triple en París.

Esos atletas se formaron en Cuba y no en las escuelas deportivas españolas ni italianas ni portuguesas. Y es un orgullo para todo cubano que esos deportistas tengan buenos resultados. Nuestros atletas no están exentos de la crisis económica por la que atraviesa el país; además de las injusticias, la burocracia y las malas decisiones. Ya no es como en el tiempo de mi madre y mi padre, una generación que admiro y respeto mucho. Muchos ya van envejeciendo, otros, muriendo y muchas veces los que viven lo hacen con malas condiciones económicas y de vida.

La vida activa de un atleta es de 10 o 15 años en el mejor de los casos, si no te lesionas o tienes otros problemas personales. Si no logras avanzar económicamente en ese tiempo, gracias a tus resultados deportivos, sabes que después no serás valorado de la misma manera. Es la ley de la vida y la ley del deporte.

Hoy que las condiciones son aún más difíciles, hay que ser mucho más flexibles. La formación del atleta se hace más dura por las condiciones económicas que vive nuestro país. Es un proceso duro, por el trabajo y todo lo que tienen que hacer nuestros padres para lograr una alimentación correcta porque las escuelas deportivas tienen grandes problemas con los alimentos. También con el material deportivo, los terrenos. Una medalla de oro merecen todos los entrenadores de la base que forman campeones sin nada.

Escucho a mi interlocutor y realmente habla con sólidas bases de la realidad que se impone en estos momentos en el deporte cubano y mucho me equivoco o París será una muestra inequívoca de esa realidad.

Al llegar al alto rendimiento, los que a pesar de penurias y calamidades, lo logran… ¡tampoco es fácil! En Cuba, cuando se viaja a los concentrados de entrenamientos o a las competiciones internacionales viajan el número uno y a veces el dos de cada equipo. Y esos son los viajes que tienen en todo el año.

Pero los números tres y cuatro de la preselección nacional no van a ningún lado y con sus marcas o calidad de juego serían campeones en cualquier país de América Latina, donde podrían desarrollarse mucho más y en buenas condiciones, participando en diferentes eventos a sus niveles; y si quieren más tarde, poder regresar y competir en los eventos nacionales para clasificar y representar el país.

Si el Estado quiere recuperar la formación de estos atletas, se podrían firmar contratos o crear un tipo de impuestos para los premios de atletas de alto rendimiento, licenciados en las federaciones deportivas cubanas. Ese dinero iría para las escuelas, EIDES, ESPAS o instalaciones deportivas.

Hay pruebas concretas que demuestran que a muchos atletas les gustaría competir bajo la bandera cubana pero sin que les limiten su carrera deportiva. El deporte hoy es uno de los sectores más monetizados y que tiene más movilidad.

El conflicto entre quién eres y de dónde vienes para mí está superado. Como inmigrante hay que pasar todas esas barreras y sobre todo darse cuenta que los cubanos no somos los únicos que emigramos. Somos de donde nacemos y de donde nos reciban, como los mexicanos, los colombianos o los africanos.

El capital cultural y formación que poseemos nos da una ventaja en la migración. Yo me construí hasta los 27 años en Cuba, es decir que mi personalidad, mi cultura y mi formación es cubana; buena, mala o regular pero es la que me ha servido en este camino largo de la migración. En Francia he tenido la posibilidad de potencializar todo lo que aprendí en la Isla.

Como te decía, el deporte ha evolucionado muchísimo en tecnología y métodos de entrenamiento. Pero los deportistas cubanos tienen un extra que los hace diferentes. Es la fuerza de voluntad que superan todos los obstáculos. Esa fuerza mental se muestra después, en las competiciones. Esperemos que se muestre en París.

Ejemplo: el equipo nacional de boxeo francés hace sus estancias de entrenamientos en Cuba. Hay un documental sobre ello y uno de los boxeadores galos decía: “nosotros en Francia protestamos por lo que no tenemos, pero cuando llegamos aquí vemos que sin nada hacen mucho”.

Esto no significa que esté bien pasar trabajo, solo que las condiciones crean al ser humano. Como mismo digo que la tecnología en el deporte ayuda a comprender mucho más a los atletas, sus rendimientos y preparación. Las condiciones de vida también son importantes. Es muy difícil competir pensando en que tienes que vender cosas para tener un dinerito para la familia o pagar un alquiler. Todo eso influye en el rendimiento y en las competiciones.

Yo espero de los atletas lo mejor en estos Juegos Olímpicos y siempre disfruto las medallas que ganan, cualquiera que sea.

Aprovecho lo que hablas de la ventaja de haber aprendido en tu tierra cosas buenas. Dime de tu infancia deportiva.

Mi mamá siempre me apoyó en mis andadas por varios deportes. Practiqué judo y kárate en el estadio universitario “Juan Abrantes” y natación en la piscina del círculo “Camilo Cienfuegos”, años 1989- 1990. También incursioné en esgrima en la escuela primaria “Adalberto Gómez”, donde tuve de profesor a Enrique Penabeya y otra profe que no recuerdo el nombre y armábamos un escenario idóneo para la práctica de tan difícil disciplina: unos cajones nos servían como planchas. Disponíamos de todas las armas: espada, florete y sable.

Obtuvimos buenos resultados, competíamos mucho hasta llegar al Campeonato Provincial que se desarrollaba en la Escuela de Esgrima de Prado. Yo era floretista y zurdo, algo que me daba ventaja. Mi madre estaba muy contenta porque la esgrima es un deporte muy bonito y elegante, además de su vínculo sentimental con sus compañeros muertos en el avión de Barbados.

Antes de seguir con nuestro diálogo quiero hacer notar cómo en las décadas de los 70 y 80 y parte de los 90, las condiciones para el deporte masivo eran una bella realidad en Cuba. Una especialidad tan costosa como la esgrima podía practicarse a nivel de escuelas y ahora, hasta en el mismo equipo nacional, existen dificultades.

Regreso con Karel ¿cómo fue el salto de la esgrima al baloncesto?

Sencillo: los entrenamientos de esgrima y básquet no coincidían por lo que me mantuve haciendo los dos deportes y, créeme, la pasaba muy bien. Yo era alto, aprendí muy rápido y con la información genética que poseía me bastó. Participamos en los inter- escuelas e integré el equipo Plaza de la Revolución; fue ahí que empezó verdaderamente mi pasión por el deporte ráfaga. En aquella época también el básquet tenía mucha popularidad.

¿Hasta cuándo mantuviste la dualidad básquet - esgrima?

Hasta que coincidió la competencia municipal de baloncesto con las eliminatorias de esgrima en Prado. La cuestión era que en el baloncesto discutíamos el pase a la final y en Prado eran las eliminatorias. Yo quería estar en los dos pero era imposible.

¿Qué hiciste?

Mi mamá me dijo: “usted decide” … Y decidí, me fui para el partido de básquet. Ahí se inició mi amada, aunque muy corta carrera dentro de una cancha. Mirando al pasado la considero una buena decisión; yo me divertía mucho pero me lo tomaba muy en serio, quería progresar, entrenaba duro. Comencé el baloncesto con 11 años, casi al límite pues se inicia mucho más pequeño. Yo les digo a los muchachos que empiezan más tarde que, salvo que sean gigantes, tienen que hacer el doble del esfuerzo.

El baloncesto es uno de los deportes donde ser inteligente, habilidoso y perspicaz es muy importante. La manipulación del balón, precisión del tiro y su técnica, la visión y lectura del juego se adquieren trabajando mucho y con el tiempo, si es desde muy pequeño mejor.

Mi ventaja era mi estatura: 1 metro 70 centímetros con 11 años además de tener muy buenas manos y era zurdo. Así gané por Plaza de la Revolución, equipo dirigido por Roberto Infante, hasta los 15 años. Integré el quinteto de Ciudad Habana con el entrenador Aldo y participamos en los Juegos Escolares. No eran óptimas las condiciones pero nosotros, felices.

Ese momento de recibir la primera camiseta que decía Ciudad Habana era lo máximo; además eran azules como Industriales y Capitalinos. También nos daban un par de zapatos para jugar y el orgullo de representar a la capital para nosotros era muy importante. La generación 1980-1983, que se unió en los juveniles a la 78-79, arrasaba; pero no solo nosotros, en todas las categorías éramos invencibles. En el femenino pasaba lo mismo, imagínate que teníamos a Suchitel Ávila, Ariadna Capiró, Yulianne Rodríguez, Yayma Boulet, grandes jugadoras cubanas que continúan cosechando éxitos en otros países.

Ese buen rendimiento me permitió en el 1994 entrar a la EIDE “Mártires de Barbados” y eso sí fue un cambio radical en mi vida: internado en una escuela donde la convivencia es muy diferente, con normas y formas de comportamiento diferentes; allí hice muy buenos amigos que hoy conservo.

Los años 90, llamado “Periodo Especial” fueron muy duros para los atletas en formación. La alimentación era malísima, no teníamos prácticamente nada que comer. Nuestra comida era sopa de fideo con arroz y col, o frijoles. Muchas veces sin las proteínas necesarias, tomábamos agua con azúcar morena para recuperar energías después de los entrenamientos. Los padres iban los miércoles a llevarnos la comida, algo muy meritorio, que era casi lo que nos salvaba hasta el fin de semana pues salíamos los viernes.

Fue una generación muy bonita: los peloteros Yoandrys Urgellés y Yaser Gómez, los voleibolistas Raidel Poey, Yimmy Roque, Yasser Portuondo, Yaima Ortiz, Nancy Carrillo, que más tarde fueron integrantes de los equipos nacionales y otros muy buenos amigos que la vida nos unió más tarde en otros caminos.

Fue una generación con mucho talento en diferentes deportes y bueno, yo me encontraba ahí entre ellos. Por tres años fui representante estudiantil de la EIDE, quizás por eso algunos me recuerdan y al mismo tiempo fue una etapa en la cual mi calidad de atleta era reconocida ya que el baloncesto era un deporte seguido por todos.

En la EIDE fui dirigido por Ricardo y Lázaro y a ese gran entrenador que es Eduardo Moya. Ellos nos guiaron y enseñaron la combatividad que se debe tener en el terreno y lo técnico- táctico por supuesto. En los tres años de las categorías escolares hasta el 15 y 16 ganamos todos los campeonatos nacionales.

Durante cuatro años jugamos torneos internacionales; en el año 94 integré el equipo nacional 11-12, con el entrenador Roberto Infante para el Panamericano Infantil en Lima, Perú. Fui con 12 años a mi primer viaje, era la primera vez que cogíamos el avión, la primera vez que hacíamos un concentrado de entrenamiento. Conocimos Lima y nos hospedaron en unos de sus clubes más famosos, el Regata Lima.

En ese Panamericano ganamos medallas de plata; perdimos con nuestro eterno rival, Puerto Rico. Siempre fue el equipo a derrotar para nosotros en la región. Los puertorriqueños tenían muy buena técnica y mucho más fogueo que nosotros.

Como anécdota te cuento que fui el mejor anotador y tuve la victoria en la mano pero fallé una tirada libre. Fallé el segundo tiro y… ¡perdimos por un punto! A mis 12 años creí que era el fin del mundo.

Yo cubrí para la tele el baloncesto y recuerdo aquellos memorables Convivios Cuba-Puerto Rico.

Los convivios constituyeron una etapa muy interesante para la formación de los equipos cadetes. Era la única forma de competir pues a nosotros no se nos daban justas en el extranjero, salvo excepciones como Perú. A esos Convivios Cuba – Puerto Rico, venían otros países invitados. Los partidos eran transmitidos por la televisión.

También íbamos mucho al Cerro Pelado a jugar contra el equipo nacional femenino como parte de su preparación para sus competencias internacionales. Allí me hice muy amigo de grandes jugadoras como la Lupe León, Yaquelín Plutin, Tania Seino, Lisdeivis Víctores, Yamilé Martínez, Milaida Enrique y Lisset Castillo.

Era una época en la cual el baloncesto se convirtió en un deporte que rivalizaba con la pelota. Esa Sala Polivalente “Ramón Fonst” se llenaba con los juegos de la Liga Superior de Baloncesto. Nosotros, los más jóvenes, teníamos como modelo a los equipos de mayores.

Admirábamos a Leopoldo Vázquez, Roberto Carlos y Rupertico Herrera, el Flecha Amaro, Leonardo Matienzo, Lázaro Borrell, los hermanos Caballero, Yudi Abreu, el Zorro Casanova, José Luis Díaz (el pollo), Duquesne, Covarrubias, Roberto Simón y muchos otros. También se veía en la televisión la temporada de la NBA, Jordan, Scotty Pippen, los Chicago Bulls etc. Fue un momento cumbre del baloncesto cubano y los buenos resultados de esos años lo prueban. Nosotros tratábamos de imitar las jugadas que veíamos y eso verlo en categoría menores hacía el baloncesto muy atractivo y espectacular.

¿Qué pasó que no llegaste al equipo grande?

No crecí más, me quedé en 1 metro 82 centímetros; fue una etapa un poco dura para mí. Aprendí a jugar defensa organizador pero no era natural; yo era más atacador. Para la ESPA estaban buscando jugadores grandes y fue cuando el entrenador de la ESPA Nacional determinó que yo no podía subir.

Fue un golpe muy duro; yo era el único que había jugado en el Campeonato Nacional. Llamaron a otros que no habían hecho equipo ese año. A mí me pareció una injusticia y fui a la Comisión Nacional a reclamar para, por lo menos, estar en la preselección, sólo pedía que me dieran la oportunidad.

Me dieron mil vueltas, tú sabes cómo funciona eso; al final me dieron a entender que el prospecto de jugador que estaban buscando no era el mío. Cuando me hablaron de prospecto de jugador yo me di cuenta que era una cuestión de tamaño.

Me hicieron una eliminación anticipada; entonces decidí concentrarme en mis estudios. Seguí participando en las competencias provinciales. Me puse a estudiar para las pruebas de ingreso y accedí a la carrera de Derecho en la Universidad de La Habana. Mi vida dio un vuelco porque yo vivía para el baloncesto pero en la Universidad encontré varios amigos que habían jugado conmigo e integramos el equipo universitario.

Participamos en los juegos Inter Facultades. La rivalidad entre las facultades de Economía, Psicología, Historia y Derecho era muy intensa. Integré el equipo provincial universitario con el cual ganamos el campeonato nacional. Creamos una dinámica deportiva, fueron años donde los juegos Caribes fueron de mucha efervescencia en la Universidad.

Bonita historia la tuya y ahora con la satisfacción de poder vivir en una ciudad olímpica ¿qué experimentas al respecto?

Es una sensación extraña porque tener la oportunidad de estar en París para los Juegos Olímpicos es un privilegio; yo diría, la realización de un sueño. Sin embargo, siento poco ambiente olímpico. Quizás las actividades comiencen durante las fechas de celebración de los Juegos. Otra cosa es que las entradas son muy caras. Ver el baloncesto cuenta entre 100 y 500 euros, la ceremonia de apertura no menos de 600 euros y la gimnasia rítmica, que quería ir con mi hija, no menos de 260 euros por persona según el sitio de venta de los juegos.

Yo pienso que una vez inicien, habrá muchas actividades colaterales que darán un ambiente festivo a esta bella ciudad. Trataré de ir a algunos eventos porque la verdad que esta es una oportunidad única. Y si tengo la posibilidad iré a ver a los cubanos. Me encantaría transmitirle ese amor al deporte a mis hijos y voy a tener la suerte de que mi madre esté aquí conmigo para esa fecha.

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Julita Osendi

Graduada de Periodismo en la Universidad de La Habana 1977. Periodista, comentarista deportiva, locutora y realizadora de más de 80 documentales y reportajes especiales. Entre mis coberturas periodísticas más relevantes se hallan 6 Juegos Olímpicos, 6 Campeonatos Mundiales de Atletismo, 3 Clásicos


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