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El régimen cubano concluyó las obras de montaje de una instalación eléctrica realizada con más de 20 millones de dólares donados por Japón, la cual, según la prensa oficialista, permitirá mejorar la generación y suministro eléctrico en la Isla de la Juventud.
El donativo realizado en julio de 2022 estuvo inicialmente cifrado en 17 millones de dólares. Sin embargo, la prensa oficialista del régimen cubano no informó las causas por las cuales el coste de la obra terminó sobrepasando los 20 millones.
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La obra sostendrá la tecnología que suministró a Cuba el consorcio japonés formado por las empresas Nishizawa Limited y Toshiba Energy Systems & Solutions Corporation, que ofertaron un sistema de baterías de descarga rápida para regular, estabilizar y gestionar la energía en parques fotovoltaicos o eólicos.
La Agencia de Cooperación Internacional del Japón (JICA) fue la encargada de hacer entrega del donativo nipón. Las baterías permiten compensar las fluctuaciones provocadas por la inestabilidad de la generación fotovoltaica, explicó Granma, celebrando la puesta en marcha del proyecto de colaboración en el que participaron varias compañías japonesas y empresas cubanas.
El primer ministro Manuel Marrero Cruz y el ministro de Energía y Minas, Vicente de La O Levy, asistieron a la inauguración de la obra. Además, estuvieron presentes el embajador de Japón en Cuba, Hirata Kenji y el representante de JICA en Cuba, Ashida Tatsuya.
“Sepan mantener todos estos equipos, todas estas instalaciones, para que perduren, y porque esta experiencia la queremos extender al resto del país”, dijo Marrero Cruz a los trabajadores de la Unión Eléctrica (UNE) encargados de las instalaciones.
Por su parte, Alfredo López Valdés, director general de la UNE, reconoció que las obras costaron “años de duro trabajo” para dar como resultado una instalación que podrá aportar, aproximadamente, 15 MW adicionales, con lo cual La Isla de la Juventud estaría en condiciones de generar un 20 % de la energía a partir de fuentes renovables.
Entre discursos de soberanía energética y escasez de combustibles fósiles, las autoridades cubanas recurrieron a su habitual retórica propagandística para celebrar una nueva donación de Japón, un país que ya ha visto el resultado de anteriores esfuerzos de cooperación con Cuba, pero que persiste en mantener abierta esa vía diplomática en sus relaciones con el régimen de La Habana.
En febrero de 2018, Japón donó a Cuba casi 10 millones de dólares para la limpieza de La Habana. La asistencia financiera del Gobierno nipón estaba destinada a la compra de equipos especializados de limpieza para "optimizar la recolección y la disposición final de los residuos sólidos" en la capital, que celebraba al año siguiente su quinto centenario.
La donación se oficializó durante la visita a Cuba del ministro de Estado para Asuntos Exteriores de Japón, Masahisa Sato, quien rubricó el acuerdo junto al viceministro primero del ministerio de Comercio Exterior y la Inversión Extranjera (MINCEX) en Cuba, Antonio Luis Carricarte.
Al cierre de 2019, en la Isla había 141 camiones colectores (cien de ellos donados por Japón). En agosto pasado, la gobernadora de La Habana, Yanet Hernández Pérez, aseguró que sólo el 39% de los 440 equipos de recolección de basura estaban trabajando. Al resto les faltaban neumáticos, baterías y llantas, entre otras piezas de repuesto.
Además de este fracasado proyecto de cooperación, que terminó malgastando un donativo millonario, Japón ha sido un actor importante dentro de la estrategia de captación de dádivas del régimen cubano.
En abril de 2022, el JICA donó equipamiento para los servicios de anatomía patológica e imagenología, valorados en 10 millones de dólares que fueron entregados a 34 instituciones del ministerio de Salud Pública cubano (MINSAP).
La última de estas entregas, efectuadas en julio de 2023, benefició a dos hospitales de La Habana y uno de Pinar del Río que recibieron recursos informáticos destinados al proyecto de digitalización del diagnóstico por imagen.
La historia de los donativos de Japón al régimen cubano está plagada de ejemplos como estos, en los que los recursos de la cooperación al desarrollo nipona terminan malgastados y sin que reporten beneficios o una mejoría tangible en la vida de los cubanos.
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