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Un baño de oro cubre a la triple monarca olímpica Marlenys Costa. Desde la Copa del Mundo en Osaka 91 hasta los Juegos Olímpicos de Sydney 2000, con la excepción de los Panamericanos de Winnipeg 99, esta criollísima mujer lo ganó todo. Formó parte de la legendaria escuadra de voleibol que dirigía Eugenio George y que es conocida por las Espectaculares Morenas del Caribe.
Qué gusto me da hablar contigo amiga de los años. Sé que no estás en Cuba. ¿Dónde radicas, qué haces, por qué no estás ayudando a formar nuevas espectaculares?
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El placer es mío, Julita. Tú fuiste testigo de nuestras tres medallas de oro olímpicas así que nos conoces. Estoy en la ciudad brasileña de Sao Paulo, específicamente en Riberao Pires Fútbol Club, trabajando en ese club grandísimo como asistente. Es fútbol porque en Brasil el fútbol es como el béisbol en Cuba, es todo; pero, además hay muchísimas canchas de voleibol, futsala, baloncesto, entre otras disciplinas.
Me preguntas el por qué no estoy en Cuba ayudando a formar nuevas espectaculares y creo que esa pregunta debes hacérsela a los dirigentes deportivos de nuestro país; no a mí. Yo siempre estuve en la mejor disposición de ayudar, de echar pa'lante.
¿Consideras que con tu gran carrera has recibido lo que mereces?
¿Sinceramente? ¡No! A ninguna de nosotras. Nos merecíamos muchísimo más de lo poquísimo que nos dieron en Cuba para la gran historia que hemos dejado escrita. Ya lo adelantaste en esta entrevista: Juegos Olímpicos, Copas y Campeonatos del Mundo, Juegos Panamericanos, Torneos de primerísimo nivel… ¡en lo más alto del podio! Éramos admiradas y respetadas por la afición de los cinco continentes ¿y qué recibimos? Muy poco.
Nos merecíamos muchísimo más de lo poquísimo que nos dieron en Cuba para la gran historia que hemos dejado escrita
Tanta política barata que nos inyectaron en vena ¿valió la pena?
Son épocas y épocas; nosotras vivimos una etapa de fervor deportivo. Se jugaba por amor al deporte, por amor a la camiseta, por amor a aquel que hizo tanto por el deporte pero después de tanto esfuerzo, de tantos triunfos, después de tanta lejanía de nuestras familias nos damos cuenta que todo era politiquería barata.
En aquel momento podría pensarse que valió la pena; ahora, a tantos años y ya nosotras maduras para enfrentar la vida, pienso que no ¡no sirvió! Una dice: tres veces campeonas olímpicas, tantas veces mundiales ¿y de qué nos sirvió? Ahora ves a jugadoras que quizás no son ni parecidas a nosotras y están contratadas aquí, allá y hacen sus vidas mucho mejor que nosotras, ya sea en Cuba o en exterior.
Mejores casas, mejores carros, mejor status de vida… ¿y las espectaculares qué? Entonces… al final ¿de qué nos valió? Tanto amor a la Patria, a la bandera, a un sistema social que nos inyectaron en vena y que no da nada… tanto sudor, tanto desvelo, tanto esfuerzo ¿para qué?
Yo recuerdo mi último encuentro hace un año con varias de las espectaculares morenas del Caribe. Nos reunimos en la embajada de España en La Habana para celebrar el aniversario 30 de Barcelona 92 y allí palpé una por una, la pobre situación que vivían, tratando de lograr una visa para viajar a España. Entre ellas estaba Raisa O'Farril, fallecida recientemente, que me mostró su más grande desconsuelo sobre su vida.
Marlenys, en estos momentos ¿cuántos voleibolistas varones y niñas hay regados por el mundo, cuántos equipos CUBA ganadores se pudieran formar?
Mira Julita, desconozco una cifra determinada pero sí estoy de acuerdo contigo: se formarían unos cuantos equipos CUBA. Podríamos vivir aquella maravillosa época en la que había selecciones cadete, juvenil, preselección de mayores dividida en A y B y ¿quién sabe si alguno más?, todo en uno y otro sexos. Cuba escalaría la cima de ese planeta llamado voleibol, que no te quepa ninguna duda.
Pero, claro, ahora mueven otros factores, ya no es la bandera; el profesionalismo es la bandera. Y no los mal juzgo ¿qué tenemos nosotras?
Provienes de una familia deportiva ¿cuánto influyó en ti?
Influyó mucho. Mi difunto abuelo, mis primos, mis tíos. Todo el mundo habla de mis entrenadores, Eugenio, Ñico, Calderón, Garbey, Pérez Vento y claro que fueron importantes, fueron los que me pulieron, pero mi familia fue la base. Date cuenta Julita que mis primeros entrenadores fueron mis tíos.
Tú sabes que yo quería ser bailarina de folklore, me encanta el baile pero al ver a tantos deportistas a mi alrededor me incliné por la práctica deportiva. Javier y Jesús Costa fueron mis primeros entrenadores. A los ocho años me dieron una pelota y me dijeron: “a ver si sabes volear” Y ahí empezó su carrera triunfal Marlenys Costa ¿qué te parece?
Vivo agradecida de mis tíos y de esa gran familia deportiva. Mi tía Silvia Costa, recordista nacional de salto de altura, subcampeona del mundo; y Reynaldo Costa, estelar lanzador del CUBA y de Pinar del Río son los más prominentes, pero hay algunos más. Y también vivo agradecida de mis padres que me sostuvieron a lo largo de la vida.
Siempre te gustó el ataque pero eras clave en la posición de pasadora.´ ¿Quién te convenció, Eugenio, Ñico?
Tienes razón, me gustaba el ataque porque yo en la EIDE era atacadora auxiliar; al decir de buen cubano metía “coquito con mortadella” jajá. Cuando llegué a la selección cadete y luego al juvenil no tenía nada que envidiarle a Regla Bell o Mireyita Luis.
Además, cualquier voleibolista que dé sus primeros pasos quiere ser atacador. Sin embargo, le cogí el gusto a mi nueva función: pasadora. Si muero y vuelvo a nacer volvería a ser pasadora.
¿De quién fue la decisión de cambiarte, de Eugenio?
En efecto, Eugenio hablaba mucho con su hermano Eider que el equipo necesitaba una pasadora con mi técnica e inteligencia y creo, echando la vista atrás que nunca los defraudé. La pasadora es el alma del equipo, arma la ofensiva; por sus manos pasa el juego, decide quién ataca, por cuál zona.
Al regreso de Atlanta se dio una muy penosa decisión de apartar al artífice del voly cubano Eugenio George. Por suerte, pudo regresar ¿sabes realmente qué sucedió?
Yo llevo 23 años fuera de la selección nacional de voleibol y hoy por hoy desconozco qué pasó. Afortunadamente pudo regresar y guiarnos al tercer cetro olímpico aunque el DT fuera Calderón. Aquella injusticia no proliferó aunque el mal rato que todos pasamos no lo olvidaremos nunca.
¿Qué pasó en Winnipeg, esa derrota un tanto inesperada?
Allí llegamos en muy malas condiciones físicas; no fueron estrellas como Mireya, Regla Torres, yo estaba lesionada y así y todo caímos en cinco sets en la final. Fue el momento más amargo de mi carrera deportiva.
Aunque no lo viviste ¿cómo recuerdas la doble victoria cubana en la Copa del Mundo de 1989?
Como uno de los grandes momentos del deporte cubano, en especial del voleibol. Merecidos éxitos de aquellos jugadores. Con el título del Mundial de Leningrado en 1978 el voly femenino había dado una clarinada: Mercedes Pomares, Mamita Pérez, Lucila Urgellés, la profe Ana Ivis Díaz, Nelly Barnet son las pioneras. La consecuencia de aquella proeza llegaría después multiplicada en muchachas y varones.
Si te pregunto un momento impactante de tu carrera ¿por cuál te inclinas?
Siempre hay que recordar Sydney 2000. Aquel juegazo contra las rusas que comenzó con un adverso cero-dos y sacamos lo que teníamos dentro, escuchamos a Eugenio, encontramos las debilidades de las contrarias que ya se creían campeonas y… ¡vencimos! Es algo inolvidable. Mi tercer oro olímpico.
Pero voy más allá. Para mí el juego que no puedo pasar por alto jamás es la semifinal con Brasil. Si perdíamos no podíamos ir a defender nuestro título. El tercer tiempo lo íbamos perdiendo por siete puntos y me toca el saque. ¿Recuerdas aquello? Saqué ocho veces consecutivas, ocho puntos. Me dice Ana Ibis Fernández: “ay Marlencita no lo pierdas no lo pierdas”. Para mí ese juego fue más estresante que el de la final.
Otros partidos que me han marcado son los de los Juegos Olímpicos de Barcelona 92. En la ciudad condal yo cumplí 19 años, imagínate entrar al mundo voly por la puerta ancha. Otro fue el Mundial de 1994 en Brasil. Derrotar tres-cero en la final a las dueñas de casa que entraron cogidas de las manos y contaban con miles de gargantas respaldándolas en un repleto y delirante Ibirapuera.
En el Campeonato Mundial de Brasil 1994 las espectaculares morenas del Caribe no sólo se impusieron invictas sino que no perdieron ni un solo set ¿grandioso no?
Las morenas ¿familia? ¿Qué ha sido para ustedes y para ti en particular la temprana partida de Raisa O'Farril?
Claro que sí y creo que hablo por todas. Somos familia. Nos pasábamos más tiempo juntas que con nuestras familias de sangre o amigos. En el terreno solo nos bastaba mirarnos y sabíamos lo que íbamos a hacer.
Con respecto a Raisa no tengo palabras para describir su partida. No pasa un día sin que la tristeza me embargue. Cuando lo supe me quedé en shock. Sabía que estaba enferma pero su muerte fue rápida y a muy temprana edad. No se lo merecía. Le quedaba mucho por hacer pero así es la vida, debemos continuar. Fue una buena jugadora y una gran compañera. Donde quiera que esté que Dios la ilumine.
¿Qué deseas para Cuba, te ves en ese futuro?
Con todo mi corazón deseo lo mejor para el voly cubano. Que todo el mundo vuelva a ver a Cuba en los principales podios del planeta. Que las morenas regresen y los varones también.
Pero no, yo no me veo en ese futuro porque aunque siempre manifesté mi mayor disposición de ayudar, nunca se me convocó ¿ahora? No. En Cuba sobran los talentos para guiar el entrenamiento y el equipo nacional. Yo no. Ahí están Regla Torres, Norca Latamblet, Idalmys Gato, Yumilka Ruíz; sin embargo, dirigen otros.
Aunque siempre manifesté mi mayor disposición de ayudar, nunca se me convocó
No sé lo que ocurre con las espectaculares morenas del Caribe; en mi caso, no me veo en ese futuro. Mi sueño era ser llamada para apoyar el trabajo con las pasadoras de la selección pero… ¡eso no ocurrió! Nunca se me tuvo en cuenta.
Dime algo de la familia pirulí. Ninguno de tus hijos es deportista ¿no?
Jajajajaja. Siempre les dijiste así a mis tres niños, mis tres preciosos niños que ibas a ver al hospital cuando nacían y hacerles una crónica de bienvenida al mundo. Melannie Chaney, 21 años, antideportista y los jimaguas de 17, Cristian Carlos y Dailannie de la Caridad. El varón ha practicado mucho deporte pero de alto rendimiento, nada pero nada.
Conmigo en Brasil está Melannie y espero que muy pronto se reúnan con nosotras los otros dos. Ese es mi gran sueño Julita, poder vivir, poder respirar, conquistar con mi trabajo lo que nunca me dieron en Cuba a pesar de ganármelo con creces.
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