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Anoche, el DRV PNK Stadium vivió una jornada alucinante, de corazones rotos por la euforia y miradas que iban del deslumbramiento a la certeza de que estaban atestiguando un acontecimiento histórico.
Porque el 21 de julio de 2023, la Messimanía se declaró en todo su esplendor. En los alrededores del estadio se dieron cita miles de personas con el objetivo común de adquirir la nueva camiseta del ‘10’, sin importarles los 184.99 dólares del precio. Antes, la mayoría había pagado unas entradas cuyo costo promedio llegó a 712 dólares. Y ni hablar de las butacas especiales para millonarios y celebrities, las cuales alcanzaron los siete mil billetes verdes.
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En las tribunas se acomodaron numerosos rostros conocidos. Kim Kardashian llevó a su hijo Saint, un fan de Messi. Serena Williams, una de las mejores tenistas de la historia, tampoco dejó pasar el tren. Tom Brady, el mariscal más formidable que vio la NFL, fue otro de los grandes que se abrieron espacio en el coro. Y LeBron James... ese fue párrafo aparte.
El único mortal con galones suficientes para discutirle la supremacía del basket a Don Michael Jordan no solo asistió a la cita, sino que en una de esas logró llegar a Messi y se fundió con él en un abrazo donde sabrá Dios qué se dijeron. Lo cierto es que “King James” echó mano del teléfono para sacarle fotos a Leo, y hasta subió a su Twitter la palabra “incredible” acompañada de una cabra (por aquello del GOAT) y el video del golazo de tiro libre que el argentino se apuntó en el tiempo de descuento.
Sí, porque esa fue la guinda de la noche. Parecía que el juego se iría a los penales, pero entonces llegó el giro de guion que le dio visos de película a un suceso de la vida más real. Cuando la solución no aparecía, desde la bota del pie izquierdo de Lionel hizo acto de presencia el Deus ex machina, la pelota se clavó donde tejen las arañas y allá en la zona VIP se vio llorar a David Beckham.
Sencillamente, un happy end para una historia rosa. Tan rosa como la camiseta del Inter de Miami.
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