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La madre del niño estadounidense Anthony Ávalos y su padrastro fueron condenados este martes a cadena perpetua en una corte de Los Ángeles por la muerte violenta del menor en 2018.
El juicio, sin jurado, terminó hace un mes en esa ciudad californiana cuando un juez declaró culpables de varios cargos –incluyendo tortura y asesinato– a la madre del menor, Heather Barron, y su expareja, el salvadoreño Kareem Ernesto Leiva, informó el canal Univisión.
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Este martes fue emitida la sentencia que los condena a cadena perpetua, mientras que los abogados de ambos anunciaron que apelarían.
La evidencia presentada en el juicio demostró que los dos adultos torturaron por tiempo prolongado y de forma sistemática al menor de 10 años hasta quitarle la vida en su casa en Lancaster, California, en 2018.
El niño murió de un traumatismo contundente en la cabeza; sin embargo, al ser examinado también presentaba deshidratación severa, inanición y rastros de dos semanas de tortura.
Tras quedar inconsciente, con una hemorragia craneal, tampoco fue llevado al hospital a pesar de que estuvo dos días sin moverse tirado en el suelo. Solo entonces la madre llamó al 911.
La sala del juicio fue testigo de la indignación de la familia paterna de Ávalos, procedente de México, quienes gritaron a la mujer frases como "los monstruos deben estar en una jaula", "espero que el resto de tu vida te sientas culpable", "torturaste a este niño y le quitaste la vida" y "perdimos un pedazo de nuestro corazón". La mujer lloró por primera vez durante todo el juicio.
Según el reporte de la televisora, los familiares le pidieron al juez que les impusiera el máximo castigo posible a los responsables de la tragedia de Anthony, y todos vistieron de negro en la audiencia condenatoria del martes, como si estuvieran en un funeral, detalló el canal de noticias.
Si bien la madre del niño lloró al escuchar esas palabras, Leiva permaneció mirando hacia el suelo con el rostro endurecido.
El acusado era un pandillero miembro de la Mara Salvatrucha, y tiene tatuadas las siglas de esta banda centroamericana en la cabeza. Su hermano era jefe de un brazo de esa organización en Los Ángeles hasta que fue arrestado hace seis años, afirmó Univisión.
Víctor Ávalos, el padre de la víctima, declaró sentir "algo de culpa por no haberlo ayudado". En sus declaraciones lamentó haber regresado a Colima, un estado en el suroeste de México donde nació, y dejar desamparado a su hijo.
La hermana menor del niño, que también fue víctima de tortura, confesó: "Anthony significaba todo para mí".
Los fiscales habían pedido la pena de muerte para Barron y Leiva, pero después retiraron tal solicitud a pesar de que reconocieron que "esto fue un asesinato intencional mediante tortura".
El fiscal Jon Hatami mostró, antes de leer los argumentos finales, un video que documenta las lesiones en el cuerpo de Anthony, hasta enfocarse en sus rodillas destrozadas por los castigos a que era sometido.
Su madre y padrastro lo obligaban a arrodillarse "sobre arroz crudo hasta sangrar, le pegaban con un cable, frotaron su cara sobre una alfombra orinada, lo hacían pelearse con sus hermanos y le negaron comida y agua por largos períodos, al grado de que estaba deshidratado y sus riñones no funcionaban cuando los paramédicos llegaron a su casa".
Los fiscales narraron que dos semanas antes de matarlo lo sometieron a una serie de abusos diarios.
Un día, Leiva lo agarró por el cuello, lo golpeó contra la pared y cuando lo vio inconsciente lo dejó caer "probablemente 10 (veces) o un poco más" al suelo, donde finalmente estuvo inmóvil dos días hasta que su madre llamó al 911 desde su casa en Lancaster para reportar: "Mi hijo no respira".
Los paramédicos que acudieron a la residencia contaron entre lágrimas ante el juez que el niño "tenía los ojos hundidos, podías contar sus costillas, sus rodillas tenían llagas, parecía muerto".
"El niño no tenía pulso, ni respiraba. Tenía múltiples lesiones, quemaduras de cigarrillos y estaba tan demacrado que pensaron que era un paciente de cáncer. Fue trasladado de urgencia a un hospital. Le había dado un paro cardíaco y los médicos pudieron reanimarlo. Luego fue llevado en helicóptero al UCLA Mattel Children's Hospital, donde fue declarado muerto el 21 de junio de ese año", relataron.
La madre había estado torturando a sus hijos durante un largo período de tiempo, pero "una vez que el acusado Leiva entró en escena, se volvió mortal", explicó el fiscal Saeed Teymouri en la corte.
Destiny y Rafael, los hermanos de Anthony, dijeron en el juicio que él prefería que le pegasen para protegerlos a ellos. Los dos, de 12 y 13 años actualmente, están ahora bajo el cuidado de su tía y abuela.
En octubre pasado, la Junta de Supervisores del condado aprobó un acuerdo de 32 millones de dólares para resolver una querella que fue presentada por los familiares de Anthony.
Esa demanda alegaba que varios trabajadores sociales no respondieron adecuadamente a los informes de abuso del niño y sus hermanos.
Anthony había estado bajo el cuidado del Departamento de Servicios para Niños y Familias del Condado de Los Ángeles esporádicamente durante un período de cuatro años que comenzó en 2013 y terminó en 2017. En ese lapso, al menos 13 llamadas fueron hechas a la línea directa de abuso infantil sobre el bienestar de Anthony por maestros, policías, consejeros y parientes.
Anthony Ávalos fue el corredor más rápido en su clase de cuarto grado en El Dorado Elementary School en Lancaster e incluso ganó un lugar en el cuadro de honor. Sin embargo, en la escuela ya daba indicios de maltrato, le preguntaba a su maestra si podía salir a respirar, sostenía la biblia por prolongados periodos de tiempo y se mostraba nervioso.
Pero los trabajadores de protección infantil y otros encargados de proteger a Anthony no se dieron cuenta de las numerosas advertencias y oportunidades de intervenir antes de su muerte, según docenas de entrevistas y una revisión de los registros judiciales, documentos y registros de agencias externas contratadas por el condado para ayudar a Anthony y a su familia, recordó Los Angeles Times.
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