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Para Cuba, la Serie del Caribe 2023 ha terminado de la peor manera. Esto es, ha salido por la puerta del fondo y con la cabeza gacha, embargada por la vergüenza inevitable de quien sabe que ofreció un recital de ineptitud.
No por repetitivo, el fracaso deja de ser terrible. Duro. Hondo. Se acaba de firmar, posiblemente, la página más negra de un equipo cubano en diamantes extranjeros, y duele reconocer que en el naufragio (por más que nos resistamos) vamos todos los que queremos esta pelota, gloria, alma y patrimonio.
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Lo que sigue es mi resumen de cuánto padecimos.
Silencio ofensivo. Después de armar un festival de palos en la (mal llamada) Liga Élite, al line up se le congelaron las muñecas ante un pitcheo avejentado y corto de velocidad, repleto de descartes y recontradescartes. La inocuidad de la tanda cubana se refleja en un promedio de .246, con slugging de .288 e irrisorio OPS de .565. Le juro que no hay error en estos datos.
De montículos a volcanes. Que a nuestros lanzadores iban a masacrarlos se sabía de antemano, aunque algunos (los ingenuos de siempre) apelaron al sueño guajiro de confiar en un milagro. Salvo contadas excepciones, el staff insular alardeó de una fragilidad escandalosa que activó las alarmas de la infamia en el juego contra Venezuela. Rectas en cámara lenta y poco dominio de la zona derivaron en la peor efectividad del campeonato (6.57), con un WHIP astronómico de 1.85. Súmele a esa receta mucho boleto y poco ponche, y tendrá como resultado un plato indigerible.
Guantes de concreto. En uno de los primeros reportes que escribí dije que la defensa cubana era “horrible”, y ahora veo que fui demasiado generoso con el término. Lo repaso mentalmente y siento pena: costó sangre y sudor hacer un doble play, nos robaron 13 de 15 bases, el infield careció de desplazamiento en todas direcciones, los jardineros le corrieron sin convicción a los batazos... He visto hacer mejor las cosas en equipos infantiles.
El cáncer de la impaciencia. Un año detrás de otro, las selecciones que nos representan extrafronteras pecan de desesperación en el home plate. Los contrarios lo saben, y se aprovechan de ese instinto negligente para dominarnos, abonados al mínimo esfuerzo. ¿Sabe cuál fue el segundo equipo que menos bases por bolas negoció en la clasificatoria? México, con 22. ¿Y Cuba qué? Pues logró siete boletos; o sea, menos de la tercera parte. Vaya, como que nos pasamos de agresivos.
Obsequios Made in Cuba. El toque de bola puede estar en vías de extinción en el mejor béisbol del mundo, pero acá (como buenos Agricultores) lo seguimos cultivando. Por ese camino regalamos outs, y los contrarios, faltaba más, nos agradecen la generosidad. Eso se llama educación.
Se buscan agitadores. En los viejos buenos tiempos, el béisbol cubano siempre tuvo peloteros con una chispa adicional (Isasi, Anglada, Víctor...) que se metían en el flujo sanguíneo de los juegos con una acción, un gesto, un grito. Éramos el trompo, y nadie montaba baile en nuestra casa. Ahora vemos cómo un corredor dominicano nos desestabiliza mentalmente al lanzador y el cátcher, o cómo Puerto Rico nos remonta sobre la base de un joseo que era parte del ADN nacional.
Destacados y en deuda. En el capítulo de las individualidades, las reverencias se las llevan César García y Kelbis Rodríguez, desde el box, y los hermanos Alarcón y Andrés de la Cruz, con el madero. Mención aparte para Yuniesky Larduet, que combinó el acierto al bate con el rendimiento al campo. Mientras, Rafael Viñales y Raico Santos sobresalieron negativamente, en ambos casos muy (pero muy) por debajo de las expectativas.
Bisturí, por favor. La sangría del talento ha pasado factura, y con lo que tenemos en Cuba resulta imposible encarar como Dios manda a los equipos del área. Quede clara una cosa: si esta selección se hubiera reforzado con todo lo mejor de la Liga Élite, tampoco habría estado en condiciones de ganar el evento. Mejoraba, quizás, hasta el punto de evitar el papelón, pero no partiría como contendiente de peso. Sencillamente, la pelota cubana vive una fiesta en el exterior y un velorio en la isla, y por ello reclama una revolución interna urgente. Basta de maquillajes, por favor: como escribí en la entrega previa, aquí lo que se necesita es cirugía.
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