Vídeos relacionados:
Aun con resultados cruciales que pueden demorarse por días -y hasta semanas- las elecciones de medio término en Estados Unidos permiten dibujar un mapa suficientemente ilustrativo de los rumbos, las prioridades y las expectativas latentes en la sociedad estadounidense, con lecciones contundentes para ambos bandos del espectro político.
Sin definirse por el momento la composición definitiva de la Cámara de Representantes, que ya adelanta una apretada victoria republicana, y con la contienda del Senado empantanada en Georgia, a la espera de una segunda vuelta el 6 de diciembre, los comicios de este martes marcaron sorpresas y advertencias para una nación polarizada y dividida a niveles sin precedentes en su historia reciente, pero todavía en posesión de un sentido común en su masa de votantes como para buscar la cordura en el mar de los extremismos de todo signo que gravitan sobre el acontecer del país.
Lo más leído hoy:
Cuando las previsiones alertaban sobre una posible debacle demócrata y un triunfo abrumador para los republicanos, el paisaje después de la batalla no indica ni lo uno ni lo otro. ¿Qué falló de la estrategia republicana? ¿Cómo pudieron resistir los demócratas el embate en un momento de fragilidad? ¿Quiénes son los verdaderos ganadores de esta contienda? Aquí van algunas consideraciones al filo de las evidencias, con el margen de error que la política -como la vida- comportan.
1. No hubo oleada roja republicana. Los vaticinios antes de la jornada electoral apuntaban a una arrasadora marea de los candidatos republicanos, con proyecciones de control tanto de la Cámara de Representantes y el Senado de Estados Unidos. Algunos líderes políticos, expertos y figuras mediáticas se aventuraron a pronosticar que veríamos un tsunami rojo. El claro descontento de un amplio sector del electorado con la inflación y el panorama económico del país, la crisis migratoria en la frontera y las estadísticas históricas del retroceso del partido en el poder durante las elecciones de medio término, parecían factores poderosos para la humillación demócrata. Pero no sucedió. Solo la Florida cumplió y sobrepasó el pronóstico.
Para recuperar la Cámara, los republicanos tenían un camino aparentemente pavimentado y solo necesitaban ocho escaños para sobrepasar a sus antagonistas. El Senado estaba más enyerbado, pero quedaba como una posibilidad tangible. La votación y los conteos aún en marcha revelaron que el tránsito hacia la victoria era mucho más complicado y la prometida celebración se quedó en una tenue contentura, que incluso ha dejado indicios de preocupación para partidarios republicanos. "¿Dónde está la ola roja que nos prometieron?", se preguntó un conocido comentarista radial en Texas.
Los republicanos van a hacerse de la Cámara, según la información actualizada hasta la tarde de este jueves, pero no lo harán con una amplia mayoría. El Senado está pendiente de las decisiones finales de Arizona (el exastronauta Mark Kelly va a conservar su puesto) y Nevada (Catherine Cortez-Masto parece con dificultades para retenerlo), y del ya inevitable runoff en Georgia, que otra vez parece llamado a ser estado clave para decidir el balance político del Congreso. Pero, realmente, para el Partido Republicano no es una ocasión triunfal.
Los demócratas resistieron el embate republicano y desafiaron el fantasma histórico de unas elecciones intermedias en las que generalmente el partido de gobierno pierde al menos una de las cámaras del Congreso. Sorpresivamente Joe Biden ha tenido las mejores elecciones de mitad de mandato de cualquier presidente en los últimos 20 años. Solo pensemos que en elecciones similares, Obama perdió 63 escaños en 2010 y 13 en 2014, mientras que Donald Trump registró 40 desbancados.
De cualquier manera, la presidencia de Biden enfrentará retos que transformarán su ejecutoria en los próximos dos años. Una Cámara gobernada por los republicanos, aunque sea por una leve mayoría, traerá conflictos partidistas inevitables por las posibles investigaciones congresionales sobre su administración, el tema de la deuda y los bloqueos presupuestarios que pudieran paralizar el gobierno.
2. Florida, bautismo como estado rojo. La elección dejó definitivamente establecido que Florida es territorio republicano, separándose de una vez de la categoría de estado péndulo con la que se le etiquetó en sufragios de años recientes. La maquinaria del Partido Republicano no solo impuso sus candidatos en el Congreso y la gobernación, sino que obtuvo también victorias holgadas en los puestos electos del gabinete y alcanzó un aplastante control en la Legislatura Estatal.
La supermayoría republicana es de 85-35 en la Cámara y de 28-12 en Senado estatales, lo cual rompe todo equilibrio de votación legislativa con una ventaja de dos tercios y pone contra la pared a la constreñida bancada demócrata para pasar leyes, vetar decisiones y hacerse sentir a nivel del estado.
El golpetazo republicano más inesperado fue la resignificación del condado Miami-Dade, un tradicional bastión demócrata, con bandera roja. El gobernador Ron DeSantis pasó de perder el condado por 20 puntos cuando se erigió gobernador en 2018, a imponerse por paliza, primer candidato a la gobernatura de Florida en ganarlo en dos décadas.
En 2016, Donald Trump perdió Miami-Dade por 30 puntos. Ocho años después el escenario es completamente distinto, con un Partido Republicano que logró reducir la brecha de votantes inscritos en todo el estado en casi 20 mil, y supo movilizar su mensaje de manera efectiva a nivel de su base electoral.
Por el contrario, el Partido Demócrata perdió terreno significativamente, con un discurso alejado de las preocupaciones cotidianas de la gente, despreocupado por el trabajo de calle, sin determinación para defender sus políticas, con poca gestión para incitar a los votantes independientes y candidatos poco atractivos. Por eso no solo perdieron la Florida: hicieron todo para perderla.
3. Ron DeSantis, gran triunfador de la jornada. Es una tremenda victoria para sus aspiraciones políticas. El aluvión de votos que lo catapultaron a un segundo término en Tallahassee, superando por casi 20 puntos a su oponente demócrata Charlie Crist, es algo más que su triunfo como gobernador. Es su posicionamiento sólido como potencial candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos, la emergencia de su liderazgo como figura de relevo generacional. Ningún otro político republicano que DeSantis ha salido más fortalecido de las elecciones de medio término, a pesar de las tormentas que lo cercaron por el envío de inmigrantes venezolanos a Martha's Vineyard y por otras decisiones controversiales. Y partir de ahora se abre un camino para llegar más allá de Florida en 2024.
4. Trump, el estratega perdedor. No fue una “noche excitante” ni los primeros resultados mostraban “números asombrosos” sobre los candidatos con su respaldo, como el expresidente pronosticó desde su mansión de Mar-a-Lago. Las evidencias indicaron lo opuesto y Trump figuró entre los mayores perdedores de la jornada electoral.
Trump entró a la elección del martes como la figura dominante del Partido Republicano, pero su posición y el impacto de su influencia política se debilitó notablemente tras conocerse el juicio de las urnas. Si se echa un vistazo a sus candidatos favoritos en la contienda, debe reconocerse que no les fue nada bien y que perdieron contiendas claves para el GOP.
La mitad de sus más de 200 respaldos no resultaron efectivos. Candidatos al Senado como el doctor Mehmet Oz en Pensilvania y Don Bolduc en New Hampshire, que recibieron fuertes espaldarazos en persona, fueron derrotados por contrincantes que se consideraban vulnerables.
Sus favorecidos para las contiendas por las gobernaturas de Pensilvania, Michigan y Maryland también terminaron derrotados. En Arizona, aún sin finalizar el conteo, la expresentadora de televisión Kari Lake va detrás de la demócrata Katie Hobbs en una pugna que se vislumbraba como triunfo descontado para la republicana, y la ventaja del senador incumbente Mark Kelly parece definitiva frente a Blake Masters, otro de los retadores preferidos de Trump.
Tampoco les fue bien a decenas de candidatos republicanos que negaron el triunfo electoral de Biden y defendieron la versión de que a Trump le robaron la presidencia. El gobernador republicano Brian Kemp, cuya resistencia a anular los resultados electorales de 2020 en Georgia fue tenaz, derrotó fácilmente a su oponente demócrata, Stacey Abrams, confirmando que las posiciones republicanas tradicionalistas recibieron mejor bienvenida entre los votantes que los candidatos radicales.
Los síntomas de su declive ya comienzan a emerger en los medios conservadores y entre sus otrora fervientes partidarios. Son pésimos augurios para las pretensiones deTrump de retornar a la Casa Blanca e incluso de mantener su influjos partidistas. La cariticatura de portada de este jueves del diario New York Post, plataforma del magnate y examigo Rupert Murdoch, es demoledora, culpándolo por su equivocación rotunda al escoger los candidatos republicanos.
Trump tiene previsto “un importante anuncio” el próximo martes, presumiblemente el lanzamiento de su candidatura presidencial para 2024. Pero en las últimas 48 horas las perspectivas sobre su lugar político se han modificado, y las miradas apuntan a las opciones de una figura emergente, más joven y menos lastrada por investigaciones penales y civiles. Tal vez sea la hora de pensarlo dos veces antes de anunciarlo.
5. Estadounidenses votaron por la moderación y la democracia. El electorado estadounidense votó por la moderación, la estabilidad económica y el derecho a no perder derechos fundamentales del sistema democrático. La tendencia más extendida fue apostar por el centro, distanciándose de los extremos y los radicalismos de ambos bandos. El país busca una normalidad que supere la polarización creciente de la sociedad, y que le devuelva del acceso a las oportunidades de bienestar y prosperidad para todos sus ciudadanos. Por el triunfo de la sensatez en una sociedad caotizada por la turbulencia política, la violencia armada, las teorías conspirativas y las fake news. La inflación, el costo de la vida, la seguridad pública, el acceso al aborto, la avalancha migratoria por la frontera, inclinaron la balanza de las contiendas para uno u otro lado. El papel del voto femenino fue crucial, y las mujeres tendrán el mando de la gobernación en al menos 11 estados y pueden llegar a marcar récord en el Congreso cuando finalicen los conteos. Por primera vez ocuparán puestos congresionales inmigrantes de origen guatemalteco (Delia Ramírez, Illinois) y peruano (Robert García, California), Ana Paulina Luna será la primera mexicoamericana que llegará a la Cámara por Florida, y Maxwell Alejandro Frost, un activista afrocubano de 25 años, se convertirá en el primer rostro de la Generación Z con un escaño de representante federal.
Esa es la senda de la democracia que los estadounidenses parecen determinados a no perder.
Archivado en: