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El Morro sigue encendido, pero el aparato propagandístico del régimen cubano languidece, alimentado por una corriente de “continuidad” cada vez más débil y mediocre.
Un artículo escrito por el conductor del programa 'Con Filo', Michel Torres Corona, y publicado en los baluartes de la prensa oficialista del régimen, ilustra a la perfección el grado cero de la escritura alcanzado por un discurso vacío, maniqueo y desprovisto de resonancia entre una población harta de sesenta años de propaganda o, como en el caso de los jóvenes, ajena a la “épica revolucionaria”.
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Bajo el título de “¿Apagar el Morro?”, Torres Corona entona la “canción de la derrota” de la llamada “revolución cubana” con el éxtasis propio de los fanáticos, gente sin criterio y sin amor propio que adoran la idea de inmolarse por sus presuntas ideas; y que al final, a la hora de la verdad, mandan a los pobres infelices al matadero mientras huyen por la puerta trasera de la historia.
Para este sosias de Humberto López, la crisis en Cuba es una realidad indiscutible, pero ante la cual los “revolucionarios” no se amilanan. Aunque la destrucción sea total y requiera de un cambio de dirección para empezar la reconstrucción, el país -como las calles- es de los “revolucionarios”; y estos –los verdaderos- no van a entregar el poder, aunque solo sepan utilizarlo para mantener a los cubanos divididos, enfrentados a un “enemigo externo”, y en la miseria material y espiritual.
“Es cierto que tenemos problemas de abastecimiento, que tenemos que hacer largas colas o comprar a sobreprecio alimentos y otros productos imprescindibles; es cierto que la vida en Cuba se hace difícil, que el transporte parece empeorar a diario y que asoman a cada rato los infames apagones; es cierto que hay gente abrumada por los problemas, gente que decide buscar fortuna en otras costas”, reconoció Torres Corona, como si descubriese el agua tibia.
Sin embargo, “tozudos, recalcitrantes, sempiternamente incómodos (sic), los revolucionarios hacemos valer cada día una máxima martiana que es, a la vez, una suerte de mantra: ‘El verdadero hombre no mira de qué lado se vive mejor, sino de qué lado está el deber’”, sostuvo el panfletista, incapaz de dar con el verdadero sentido de la frase martiana.
El “deber” invocado por el Apóstol nada tiene que ver con la tozudez de imponer un régimen totalitario a una población que espera de sus gobernantes la atención y soluciones que requieren sus problemas. El “deber” martiano no tiene que ver con justificar todo atropello con la grandeza de la “revolución” cada día más impopular, sino en estar del lado de la justicia y procurar el bien de todos. Pero, ¿qué entendimiento se puede esperar de alguien que llama poeta a Ernesto Guevara?
“Han pasado muchos años y aún seguimos sin aprender a rendirnos”, admitió el articulista que -por lo visto- tampoco ha aprendido que admitir la diversidad de ideas, o promover la libertad de expresión y los derechos humanos que provoquen la apertura de una sociedad encerrada por la tiranía, conduce a la libertad y la prosperidad. Dialogar con quienes piensan distinto, abrirse a una libre consulta popular, tener el valor de acometer un cambio es sinónimo de “rendición” para Torres Corona.
Como buen papagayo, esa ave que pulula por los pasillos del poder del régimen cubano, el jurista comunicador de la dictadura, repite esa frase de la piedra hueca con el nombre de Fidel. “Revolución es cambiar todo lo que deba ser cambiado”, dice emulando a los idiotas comecandelas que, repitiendo consignas, llegan hasta el gobierno y la presidencia de Cuba.
“A los revolucionarios, a los que estamos comprometidos con este proceso más allá de la escasez y de la precariedad, a los que seguimos creyendo en los ideales del socialismo, nos queda resistir, mejorar”, y bla bla bla. Torres Corona aburre hasta a su abuela con el cuento.
Llegando al paroxismo y el llantén, el infame vocero se viste de plañidera revolucionaria para declamar un sucedáneo del bueno de Byrne. “Incluso, si llegara el día en el que fuéramos minoría, incluso si fuéramos derrotados, seguiríamos guardando celosamente esa semilla de esperanza que germinó en nuestra isla”.
“Es popular aquella frase que habla de los que nos quedamos a ‘apagar el Morro’, esos que supuestamente iremos languideciendo cuando los demás hayan abandonado el barco. Incluso, si solo fuéramos un puñado, no dejaríamos que esa luz se extinguiera”, dijo el patriota de pacotilla.
Más allá del vacío, sorprende el tono derrotista y melancólico del texto, pintando un escenario "post revolucionario" en el que solo quedarán los paladines de ese Fidel que vibra en la montaña -o dentro de su Roca Eterna, como la llama su escultor, que fue esculpida, aunque no lo parezca.
Para estos altoparlantes con patas del régimen cubano, más vale aburrir al personal con sus trenos, que abogar por la concordia y la solución de la crisis entre todos los cubanos. La incapacidad de imaginar otra Cuba es común a todos los mentecatos que prueban las mieles de la dictadura, sus privilegios, sus cupones, sus 'jabitas'.
El día que tengan que "apagar el Morro", no sabrán ni dónde está el botón. Mejor que lo dejen encendido, que la fiesta (sí, esa que viene llegando hace décadas, pero que no se ha podido celebrar porque los "revolucionarios" son muy machos), la fiesta en el Malecón de La Habana, será saludada con nueva luz en el faro.
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