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El director de la XIV Bienal de La Habana, Nelson Ramírez de Arellano Conde, dijo que quienes piden boicotear tal evento intentan destruir “la posibilidad de que la vida se desarrolle de forma normal en nuestro país”. Que se reflejen en la memoria las palabras de Nelson.
Declaraciones como estas las dice alegremente un dirigente, alto funcionario o joven comunista de Cuba, sin pensar lo que dice, sin visualizar las calles, las neveras y las mesas de los cubanos, sin interiorizar la miseria colectiva, humana y material que constituye la normalidad de nuestro país. Viviendo en otra normalidad, otro país, otra ficción ilota.
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Quien dice esto, es normal y natural que luego levante la mano en la reunión que sanciona, que justifique la represión, que elucubre razones para la sinrazón de tener artistas, activistas, mujeres y viejos presos porque salieron a protestar el día en que la “vida normal” de nuestro país se agrietó y se escuchó el rugido en la calle. Un rugido que el régimen intenta acallar ahora con amenazas y décadas de condenas a jóvenes y adolescentes por parte de la Fiscalía, inscritas en una oleada represiva sin precedentes.
Quien dice esto avala el acoso y las amenazas a periodistas y miembros de la sociedad civil que expresan libremente lo que piensan; no se avergüenza con los “actos de repudio”, suscribe la prisión domiciliaria de Carolina o Luz, la detención arbitraria de Esteban o Yunior. Quien dice algo así, comulga con el relato de Humberto en el noticiero, y aplaude la irrupción de una turba de la Seguridad del Estado en la casa y el taller de un artista, sacándolo esposado y destruyendo su obra en la vía pública.
No sabemos cómo justifica Nelson que Otero Alcántara esté preso. No sabemos si considera a Maykel Osorbo una figura de la cultura cubana contemporánea, encarcelado también. Qué pasará por su cabeza en el caso de Hamlet Lavastida y Katherine Bisquet, tampoco lo sabemos. Nos preguntamos, cómo muchos que lean sus palabras en Juventud Rebelde, si el director del Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam no es consciente de lo que está pasando y de lo que ha pasado en Cuba en los últimos sesenta años.
Boicotear la Bienal es artivismo, es movilizar desde el arte la idea del civismo, del activismo, de la fraternidad en torno a lo bello y lo bueno, de la virtud que florece en el hombre y el ciudadano que tiene derechos y libertades, y que actúa en ese escenario complejo que es la sociedad. Boicotear la Bienal es otro gesto que desnuda al régimen, que promueve el cambio necesario en Cuba por vías pacíficas, pero sin piedad con los impíos.
Asistir a la Bienal ahora en Cuba es como asistir a la guillotina en la plaza, al espectáculo de un régimen de terror que en su decadencia ya ni afila la cuchilla. Cada cual que ajuste el símil como le parezca, lo importante es darse cuenta de en qué momento histórico estamos.
Todo lo que suceda a nivel cultural en el sentido de legitimar esa “normalidad” que según Nelson unos quieren destruir, es cuanto menos conservador. Y quienes decidan que son más enriquecedoras las “tres experiencias” que ofrece la Bienal -incluido su “regreso al porvenir”-, que poner su idea, su creación, su empatía, talento o ego de artista en función de pedir la liberación de los presos políticos, o denunciar la represión contra la libertad de expresión, libre es de hacerlo. La infamia es una arista incómoda del arte.
El desarrollo normal de la vida en nuestro país, Nelson, se podría definir como la violencia ejercida durante sesenta largos años por un régimen totalitario que ha capturado el Estado y usurpado la nación, que se ufana de agrupar todos los poderes en nombre de una ideología y “voluntad rectora del pueblo”, encarnadas en quienes cortan el bacalao. Una violencia tan lesiva a la dignidad y los derechos del hombre como las de las más feroces dictaduras. Se podría definir de mil formas más, pero la pregunta es: ¿estás dispuesto a seguir prestando tu palabra a un discurso vacío?
Al decir que las personalidades y artistas que boicotean la Bienal -son muchos y hay algunos que sientan cátedra en arte contemporáneo- pretenden destruir el desarrollo de una normalidad que oprime a los cubanos, Nelson, te das un aire a La Novia desnudada por sus solteros, una figura que por mucho que pretenda disfrazar el presente de “regreso al porvenir”, se le desea sin amor, por vacua, fría y empolvada.
Tendrás tu coro de pretendientes, adorando el engranaje que alrededor tuyo mueve la “vida normal” de nuestro país, tendrás tu cuota de solidaridad internacional, quizás de otros artistas que piden otros boicots -que hay de todo en la viña del señor-; tendrás tu cuota de poder que, bien usada, vale oro en tiempos de corrupción y decadencia de la autoridad.
Tendrás tus medios oficialistas, tus críticas amigas y especializadas, la palmada en el hombro de los gobernantes, tendrás lo que necesitaba el régimen para seguir vaciando de sentido la vida de los cubanos, una “normalidad” cuyo sexagenario desarrollo ha dejado a Cuba maltratada como nunca en su historia, en nombre de la soberanía, la patria, la revolución y el socialismo. Tendrás tu sitio en los anales.
No conseguirá el boicot que convoca ese universo maravilloso que es Tania Bruguera y demás superhéroes dejarte solo el día de la inauguración, como tampoco se queda solo el espía saltimbanqui de los CDR cuando arenga a los barrios que no entiende. Pero siempre hay un momento en la “vida normal” que nos quedamos a solas con la conciencia. El boicot que se ha convocado pretende que ese momento sea el motor que mueva la búsqueda de la verdad, el despertar y la liberación.
En caso de no mover esa reflexión y esa acción a la que apela el boicot, quede la vergüenza en la conciencia de aquellos que decidan legitimar la “normalidad” de Cuba, o el sustituto intelectual que erijan para dar la espalda a los seres humanos que, sin derechos ni libertades intentan, no destruir, sino construir un país normal, inclusivo, democrático y justo.
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