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El periodismo independiente cubano ha aportado dos géneros periodísticos a la tradición del oficio en la Isla: Las noticias sobre detenciones y las crónicas de interrogatorios.
Las primeras ayudan a denunciar la injusticia del gobierno; las segundas, a narrar la vileza y el descaro del sistema.
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He visto al amigo y colega Mario Luis Reyes preguntarse hasta cuándo va a tener que escribir de noticias de encarcelamiento / secuestro / arresto de un amigo.
Y es cierto. Cruelmente, nos tienen desde hace unos años contando el relato de la desgracia de nuestros amigos. No existe otro periodismo cubano ahora mismo. Nos han llevado a hacer un periodismo endogámico. Donde yo, periodista, escribo del periodista que viajó a Cuba y lo detuvieron; donde tú, periodista, escribes del periodista que vive en Cuba y fue citado por el agente; donde él, periodista, escribe de la periodista que no la dejaron salir de casa.
El periodismo que se reporta a sí mismo. Yo he llegado a creer, realmente, que es una estrategia para que el periodismo en Cuba no cuente otras realidades.
En estos momentos, buena parte del periodismo que se hace sobre Cuba se hace desde fuera de Cuba. Y el periodismo que se hace desde dentro, salvo dos o tres personas, es un periodismo de butaca, o es un periodismo del celular en la cola del pollo, o es un periodismo que no se acerca, que no palpa, que no pregunta. Que quede claro, es un periodismo muy válido, necesario y que se agradece profundamente, pero al que no lo dejan llegar a fondo. Y ese es el fin del periodismo.
Nos han desplazado a géneros como las noticias sobre detenciones y la crónica de interrogatorio para que no hagamos los reportajes de investigación de la muerte de personas de raza negra en Cuba a manos de la policía, los reportajes sobre las cifras reales del COVID-19, los reportajes sobre la situación en los hospitales cubanos o el deterioro del sistema educativo, o los incontables casos de violencia obstétrica.
Es un periodismo de manos atadas. No quieren que los periodistas cuenten lo que en realidad deberían estar contando.
Entonces, mejor, a Mario Luis lo ponen a escribir de Mónica, a Abraham lo ponen a escribir de Luz, a Luz la ponen a escribir de su padre, a Amilcar Melián Jr. (Melián) lo ponen a narrar exquisitamente el día en que lo interrogaron y a Dario también.
Es más fácil que se cuenten ellos mismos a que cuenten lo que realmente hay que contar. Y por suerte, podemos contarnos nosotros mismos y visibilizar.
Para abrirles un poco el perfil, ahí les han puesto a los artistas y activistas, y entonces los periodistas denuncian la detención de artistas, entrevistan a Luis Manuel Otero, denuncian las patrullas diariamente a las afueras de la casa de Tania Bruguera, escriben notas de las detención de Héctor Luis Cocho, o el más reciente caso, el del artista Hamlet Lavastida, detenido a su llegada al país tras culminar una beca artística en Berlín.
Y así terminan, día a día, los periodistas su jornada laboral. Es penoso y asqueante. Y si hubiese sido justa, la maestra Iraida Calzadilla nos hubiese advertido, desde el primer año de estudios en la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, que íbamos a tener que hacer decenas y decenas de estos leads, y que la íbamos a tener dura si decidíamos ser libres.
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