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Lilo Vilaplana (Nuevitas, 1965) ha tenido que esperar casi un año a que amaine la pandemia de coronavirus, para estrenar, en el Festival de Cine de Miami, que arranca este viernes, su última película Plantados, que pone luz a una de las historias más ocultas del castrismo, los presos políticos que no se doblegaron a la disciplina carcelaria, pero su espera ha sido infinitamente más corta que la de los verdaderos protagonistas, que además del suplicio de la cárcel totalitaria, soportaron desprecio y silencio durante más de medio siglo.
El filme era un reto de principio a fin, no solo para evitar caer en el panfleto que todo testimonio político conlleva como riesgo contaminador de la intención artística, pero los guionistas Ángel Santiesteban Prats, Juan Manuel Cao y el propio director que también intervino en el guión, optaron por la fórmula de la duda hamletiana, que vive el protagonista ahora mismo en Miami, cuando descubre a uno de sus torturadores y empieza a debatirse entre venganza y justicia.
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Aún no hay fecha para su estreno en Europa, pero Plantados ya burló el cerco castrista y anda de mano en mano en Cuba, donde las nuevas generaciones podrán asomarse a una parte del horror castrista, tras décadas sometidos a una instrucción simplificadora, repleta de vacíos y medias verdades, a través de una ventana artística pintada por la lucidez creativa de Guillermo Mediavilla, su Director de Arte.
Vilaplana y su equipo asumieron el riesgo de contar, con ojos de ahora, una triste página de más de veinte años de duración en poco menos de dos horas; y lo consiguieron porque antes de cineasta, dramaturgo y escritor laureado en medio mundo, Lilo se plantó ante su padre para no ser veterinario, médico tampoco, y se fue a trabajar y hacer teatro en la fábrica de fertilizantes de su natal Nuevitas, en la costa norte de Camagüey.
Cuba, Colombia, Estados Unidos y festivales cinematográficos de Europa han reconocido el genio creativo de Lilo Villaplana, un cubano talentoso, con una mirada transversal enriquecida por los retos variopintos que implica el extravío del exilio y el empuje dulce de Irasema Otero, su esposa y compañera de fatigas y trabajo con rigor.
Plantados es la primera película sobre un grupo de cubanos que no se doblegaron al totalitarismo castrista. ¿Cómo hiciste para llevar a guion e imágenes una herida aún abierta?
Para responderte esta pregunta necesito dejar claro que esta película es un proyecto que hace mas de 25 años tiene el exitoso empresario cubano Leopoldo Fernández Pujals y algunos presos políticos plantados, compañeros de su tío José Pujals Mederos, que cumplió 27 años de prisión política. Hicieron muchos intentos para contar en un filme su experiencia como presos plantados.
Conocí a los ex presos políticos plantados Ángel de Fana y Ernesto Díaz Rodríguez mientras realizaba la serie Leyendas del Exilio para el canal 41, y ellos decidieron proponerle a Fernández Pujals retomar el proyecto y, después de reunirnos, acordamos comenzar desde el guion. Para eso me entrevisté con más de una veintena de ex presos políticos y sus familiares, leímos varios libros como: Rehenes de Castro de Díaz Rodríguez, y vimos varios documentales. Luego junto a Ángel Santiesteban (escritor disidente que vive en Cuba) y Juan Manuel Cao (periodista y escritor exiliado); también ex presos políticos, trabajamos por siete meses el guion que fue revisado minuciosamente por Leopoldo, De Fana y Ernesto.
El guion no podía quedarse en la anécdota, teníamos que actualizar el conflicto, por eso la historia que cuenta Plantados arranca en la actualidad, en Miami, un ex preso político reconoce, casualmente, a uno de los oficiales que los torturaba en el presidio, decide seguirlo y comienza en su fuero interno un tormentoso debate entre la venganza y la justicia, mientras en retrospectiva conocemos de los sucesos que marcaron el presidio político, enfocado en la historia de los plantados en el presidio político cubano.
No se cuenta la historia de un plantado en particular sino, de alguna manera, de todos los presos que no hicieron concesiones al régimen castrista.
Varias generaciones de cubanos desconocen la historia de los presos políticos que no se sometieron a la disciplina carcelaria castrista, ¿has pensado en alguna fórmula para que la película pueda verse en Cuba?
En las reuniones que sostuvimos el equipo técnico, de producción y los actores con los plantados reales y sus familiares que nos visitaban a la oficina enclavada en el estudio donde se construyó la escenografía del interior de la cárcel, nos dimos cuenta de que muchos no conocían de la existencia de los presos políticos plantados en Cuba, y el 80 por ciento de los artistas eran cubanos.
Estoy seguro de que ya está dentro de Cuba y que pronto va a circular de mano en mano. En Cuba están ávidos de información y la película Plantados ya es noticia en Cuba. Recibo mensajes todos los días pidiéndome una copia del filme.
Si encontrases financiación, ¿abordarías el tema de los balseros, que son los desaparecidos del castrismo, sin que hasta ahora se haya podido establecer una cifra de muertos? y teniendo en cuenta que el documental español sobre el tema narra solo la estampida de 1995 con un enfoque de emigrante económico.
Por supuesto, ¡me encantaría! Ya Ángel Santiesteban, Ninoska Pérez y yo tenemos listo el guion sobre los hechos del remolcador 13 de marzo, donde construimos una historia de amor en un escenario violento. También me gustaría contar la verdadera epopeya de los alzados en armas en el Escambray y en toda Cuba, analizando la situación de por qué y quiénes se alzaron, también incluiría en la historia a los pueblos cautivos, y la estrategia que se escondía en la campaña de alfabetización, donde el castrismo- irresponsablemente- envió hasta menores de edad a una zona de conflicto.
Colocar en su justo lugar la historia de Cuba es una responsabilidad que deben asumir muchos artistas y creadores.
Naciste después del triunfo de la revolución y te formaste en Cuba, ¿cómo evolucionaste política y culturalmente, hasta llegar a filmar Plantados?
Nací en 1965, y en 1997 logré salir de Cuba, mis abuelos maternos nunca tuvieron de acuerdo con el castrismo y escuchaban La Voz de las Américas y, después, Radio Martí; yo los escuchaba a ellos y a su lado oía la radio. Me contaban historias y era muy distinto a lo que me decían en la escuela. Tuve varios tropiezos pero, cuando viajé a Colombia, una noche me invitaron a una casa y al ser yo cubano recién llegado, los colombianos son muy amables y les gusta que los extranjeros se sientan muy bien en su país y me colocaron un disco de Guillermo Portabales y yo no sabía quién era.
Así me pasó con muchas otras cosas, por ejemplo ver que en Colombia había una imagen favorable de la dictadura y yo había salido de allí, yo conocía de lo que ellos hablaban, y no era como me lo decían. Me di cuenta de que el castrismo invierte mucho en propaganda y tiene engañados a muchos pueblos con una retórica de educación y medicina gratis, sin explicar la calidad de ninguna de las dos. No dicen que “Dentro de la revolución todo, contra la revolución ningún derecho” que todo el que tiene ideas distinta es perseguido.
En Internet empecé a descubrir historias y empecé a denunciar de manera frontal al régimen. Comencé por introducir, en las series que dirigía, textos sobre la dictadura, por ejemplo, agregué parlamentos e hice que el protagonista de El Capo hablara del disidente cubano Coco Fariñas, que en esa época hacia largas huelgas de hambre reclamando sus derechos, o mostraba a los balseros cruzando el estrecho de la Florida y el Capo los veía desde su submarino. Luego, con mi esposa Irasema Otero productora de nuestra compañía, financiamos y realizamos La muerte del gato, uno de mis cuentos que convertí en cortometraje para dejar el período especial en material fílmico. Pero hacer Leyendas del exilio y conocer las historias de primera mano contada por sus protagonistas es de un valor incalculable para entender la verdadera historia reciente de Cuba.
En Cuba conseguiste reconocimientos a tu carrera como cineasta, escritor y dramaturgo, ¿por qué te fuiste a Colombia?
Cada obra, cada éxito vienen acompañados de un sacrificio enorme. Nací en Nuevitas, un pueblo de la costa norte de Camagüey, cuando quise estudiar teatro en el Instituto Superior de Arte me tiraron la puerta en la cara argumentando que no había becas para ese municipio, no se molestaron en mirar las obras que había escrito o dirigido con 17 años. Me negué a ser veterinario, como quería mi padre o estudiar a la universidad para convertirme en un médico en serie, que ahora la dictadura usa como esclavos y me fui a una fábrica de fertilizantes, donde había un excelente grupo de aficionados a seguir haciendo teatro, mientras me preparaba como electricista.
Luego estudié por dirigido como instructor de teatro, al tiempo que montaba obras en la Casa de cultura de mi pueblo, después de casi cinco años, fui a la capital, dormí en funerarias, en la calle, pernocté en varios sitios, mientras trabajé en la televisión cubana. En 1997 llegué a Colombia con 5 dólares que me regaló mi tío, tres mudas de ropas y cuatro libros de teatro…
Mi vida ha sido una carrera con obstáculos, pero desde hace 25 años tengo a mi lado a mi esposa Irasema y me siento bendecido, porque los dos vamos caminando en la misma dirección… Tener aliados te fortalece.
En Colombia constataste que eres capaz de expresar en lenguaje audiovisual historias no cubanas, ¿cómo te sentiste en ese momento y cómo fue esa maduración creativa que consigue premios y reconocimientos?
Trabajando, creando, enfrentando retos. Uno de los más difíciles y que me trajo muchos reconocimientos fue El Capo, una obra que al aceptar dirigir asumía una responsabilidad. Como cubano en Colombia, donde hay muchos directores talentosos contar una historia tan colombiana, si salía mal era terrible para mi carrera, pero fue un éxito que duró tres temporadas y fue muy premiada, al igual que el Emmy que ganamos en Estados Unidos por El infierno de Montoya, un episodio de la serie Arrepentidos, de seis capítulos, que dirigí para National Geographic. Colombia es mi segunda patria. Un lugar que quiero, donde tengo muchos amigos, y respetan mi trabajo.
¿Crees que Plantados te "libere" de ser conocido, principalmente, como el realizador de La muerte del gato, entre los cubanos?
Es tu apreciación y me parece válida porque fue muy divulgado dentro de Cuba, estuvo participando en el festival de Cannes y en España ganó el premio al mejor cortometraje de América Latina en el FIBabc Festival del 2014, pero te cuento que hay cubanos que me hablan de series que he dirigido como La mariposa, Dueños del Paraíso, La traicionera o Un sueño llamado salsa… El otro día, desde Cuba, me dijeron que habían adquirido en un banco de vídeo una telenovela que realicé en 2008: La Dama de Troya, también desde allá me piden capítulos de la serie Leyendas del Exilio (tres temporadas), o el cortometraje La casa vacía, pero definitivamente los cubanos me conocen tanto por El Capo como por La muerte del gato.
Plantados es un largometraje que está por estrenarse y como sucede con cada nacimiento de un hijo… estoy ansioso de ese encuentro con el público, postergado por un año a causa de esta impertinente pandemia. Pero ser reconocido por cualquiera de mis obras es un orgullo, son mis hijos.
¿La telenovela es un género tan difícil como admitía resignado Gabriel García Márquez?
Lo es porque es melodrama, un género no realista. Hay que darle el tono exacto o te vas barranca abajo y sin freno como decía mi amigo Raúl Guerra, se convierte en un melodramón y eso, para mi gusto, es grotesco.
Estados Unidos, donde vives, acaba de vivir unas elecciones que polarizaron el escenario político y se metieron en las casas, trabajos y vida de las familias; si, pasado un tiempo, tuvieras que hacer una película sobre lo que pasó, ¿cómo se llamaría, qué contaría?
Empezaría por realizar una exhaustiva investigación para elaborar el guion, pero el título te lo puedo adelantar, se llamaría Terror en las urnas. Aunque para esta película que propones preferiría que la hiciera algún cineasta estadounidense responsable.
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