Michelle Obama, ma belle

La verdad absoluta parece hoy propiedad privada de los enemigos de la propiedad privada. Han descubierto las leyes de la historia y, por tanto, les asiste el derecho de imponernos su versión.

Michelle Obama en una imagen de archivo © Flickr / Tim Pierce
Michelle Obama en una imagen de archivo Foto © Flickr / Tim Pierce

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Este artículo es de hace 4 años

I will say the only words I know that you'll understand.

Michelle Ma Belle, The Beatles.


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Una vez le comenté en un chat a un periodista cubano exiliado que me gustaba Michelle Obama. Su respuesta fue denunciarme en público en un video que hizo en vivo en su Facebook. Estos son los valores morales típicos de estos tiempos, donde la privacidad está desapareciendo por culpa de la invasión digital.

Al parecer, para mi colega compatriota no está bien que un inmigrante blanco le pegue los tarros a un afroamericano icónico. O acaso para él haya un límite para ejercer la miscenegación. Es decir, al contrario de lo que reza el lemita LGBT de “love is love is love”, hasta el amor es hoy en los Estados Unidos un arma al servicio de las agendas en contra de la libertad individual.

Años después, ahora, me leo por arribita el libro Becoming, firmado en 2018 por la misma Michelle Obama que me sigue gustando aún más, aunque ya no se lo confiese a nadie, mientras ella y yo envejecemos contemplando las ruinas de un Imperio del que ambos somos conciudadanos. Ella, con su marido siempre a punto de retornar al poder, o al menos metiendo la cuchareta de contrabando en los entresijos del poder. Yo, solitario en secreto, pero de pronto con una hijita que recién nació esta primavera: mi adorable versión en minúsculas de un bella michelle.

El libro Becoming supongo que no lo haya escrito su autora. Porque los ricos como Michelle Obama no se desgastan escribiendo libros. Esa es una tarea para los pobretones con talento como Orlando Luis Pardo Lazo. Los ricos al estilo de los Obama son los que dan la firma, el rostro, la marca, el logo, y encima pagan una pasta para poner ese producto-imagen en las listas de los más vendidos. En efecto, las ventas en el mercado editorial hay que comprarlas: il n´y a pas de hors-capital. Que en buen cubano quiere decir: el capital no tiene afuera, ni momento fijo.

Casi al final de su libro Becoming o Devenir, mi novia denunciada por pruritos morales escribió, a propósito de la apabullante derrota de Hillary Clinton ante Donald Trump en noviembre de 2016: “yo siempre me estaré preguntando qué llevó a tantas mujeres, en particular, a rechazar a una candidata femenina excepcionalmente calificada y a elegir, en cambio, a un misógino como su presidente”.

La frase rezuma fundamentalismo por los cuatro costados. Las dos opciones que Michelle Obama nos está dando a sus lectores, sépalo o no la mujer del primer presidente negro norteamericano, son:

1. A las mujeres les gusta que los machos las maltraten.

2. Las mujeres son incapaces de elegir lo que más le conviene (acaso sea una sugerencia de que la mayor parte de las féminas no deberían votar).

Como toda izquierdista entrenada en la manipulación de masas, Michelle Obama ve a las mujeres como una totalidad, como una plastilina que ha de ser moldeada según la sacrosanta ciencia-ficción de Marx. Para ellos, no existen las mujeres particulares, de hecho, sino un mujerío colectivo: una suerte de mujeroma acéfalo metastasiado en las manos malévolas del mercado. Y a la autora o acaso coautora de Becoming ni le pasan por la cabeza estas otras dos opciones:

1. Hillary Clinton no es ninguna candidata excepcionalmente calificada.

2. Donald Trump no es ningún misógino.

La verdad absoluta parece hoy propiedad privada de los enemigos de la propiedad privada. Han descubierto las leyes de la historia y, por tanto, les asiste el derecho de imponernos su versión. Su visión. Su división totalizante. Para la izquierda internacional, el pueblo es ciego y necesita de redentores revolucionarios. Por eso el rival es siempre ridiculizado como retrógrado. De manera que, la mujer que no vote por una mujer, no debería de ser llamada “mujer”, según el pensamiento y la prosa de Michelle Obama. Tal como tampoco querían llamar “afroamericanos” a los afroamericanos que no votaron por Barack Obama.

Por supuesto, con el perdón público del periodista cubano exiliado en cuestión, también es posible que la mujer que yo amé fetichistamente en nuestro chat a dúo, no sea tan intolerante como lo infiero, sino increíblemente ingenua o inercial. El resultado es igual: Michelle Obama está repitiendo en imprenta lo que todos los medios imprimen no por inercia o ingenuidad, sino por idiotez ideológica.

En cualquier caso, la sentencia de mi bella Michelle me suena mucho mejor en inglés. Más poemática y menos problemática, un hip-hop con hipo que podría ser el canto de cisne del caos capitalista, donde pronto ya nadie podrá votar como quiera, a lo como quiera, por quien quiera, para lo que quiera, y por los motivos que quiera:

I will always wonder about
What led so many women
In particular to reject
An exceptionally qualified female
Candidate and instead choose
A misogynist as their president.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Orlando Luis Pardo Lazo

Escritor y bloguero de La Habana. Actualmente realiza un doctorado en Literatura en Saint Louis, Missouri, EUA.


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