Entrevista a la saltadora de altura cubana Ioamnet Quintero, campeona mundial en Sttutgart 1993

"Mi retiro fue producto de muchas lesiones. El alto rendimiento es una exigencia a tu cuerpo, hay momentos que puedes otras no" asegura en esta entrevista Ioamnet Quintero.

Ioamnet Quintero bronce en los Juegos de Barcelona-1992 y campeona mundial en Sttutgart en 1993 © Collage CiberCuba
Ioamnet Quintero bronce en los Juegos de Barcelona-1992 y campeona mundial en Sttutgart en 1993 Foto © Collage CiberCuba

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Este artículo es de hace 4 años

Alta, espigada, morena… Desde hace muchos años, vecina mía del Cerro. Una chica seria, modesta y en extremo respetuosa. Los podios mundiales y olímpicos del deporte rey la han acogido.

La saltadora de altura Ioamnet Quintero, nacida en la Villa de Pepe Antonio (Guanabacoa) en septiembre de 1972, es una de esas atletas que suelen pasar inadvertidas pero lo cierto es que su palmarés se halla entre los mejores del atletismo cubano.


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Ioamnet, 1992 y 1993 signan tu trayectoria deportiva. Fueron, sin dudas, tus años más exitosos.

Sin dudas, en el 1992 mis esfuerzos me devolvían con triunfos tantos sacrificios y devoción en los entrenamientos.

Ioamnet Quintero / Cortesía de la entrevistada

Gané oro en el Iberoamericano de Sevilla, España, quedé tercera en los Juegos Olímpicos de Barcelona y cerré con broche de oro en la Copa del Mundo celebrada en La Habana.

Estaba en mi mejor momento. Ya el trabajo en los entrenamientos pasaba a ser, de aquel esfuerzo grande para fortalecer los planos musculares a buscar la perfección de cada movimiento, en cada ejercicio, consciente que era lo necesario para subir un centímetro, para mejorar mi marca personal.

El competir a nivel internacional te da el poder de ver cuánto has alcanzado y cuánto te falta. Lo vives y lo asimilas en cuerpo y mente. Es un estímulo tal que al comenzar el nuevo ciclo de entrenamiento te exiges dar tu máximo sin que el preparador te lo imponga.

Se te acrecienta el deseo de ganar, de enmendar los errores cometidos en competencias; ambicionas sanamente a través de tu propio esfuerzo, llegar a la cima.

Superarte y romper las barreras, los techos que te impiden avanzar. Y mientras más alto sea el nivel en que compites más se eleva tu adrenalina y te crea esa adicción a mantener una forma que te permita estar siempre en ese tipo de evento y disfrutarlo.

Verme en aquel majestuoso estadio Monjüic, repleto de personas, muchas apoyando cada uno de mis saltos. Cuando yo aseguré el bronce me convertí en la mujer más feliz del mundo. Yo había vencido en los Juegos Panamericanos Habana 91 pero el sueño olímpico es único.

Ioamnet Quintero / Cortesía de la entrevistada

Sólo me superaron dos extra clases que en ese momento estaban entre las grandes favoritas: la alemana Heike Henkel, 2,02 y la rumana Alina Astafei 2 metros exactos. Yo quedé en 1,97.

Esto te sucedió en el año en que Cuba y su deporte regresaron a la arena olímpica tras ocho años de ausencia. A muchos de nuestros atletas les ocurrió lo mismo: era tal el ansia de poder competir nuevamente bajo los cinco aros. Muchos después descendieron en sus resultados. Tú no.

No, todo lo contrario, mi pico de rendimiento en 1993 continuó subiendo. Mi meta a seguir fue conquistar la medalla de oro en el Mundial de Stuttgart, Alemania, aunque para ello tenía que enfrentar a la que mejor temporada había protagonizado, mi coterránea y amiga, Silvia Costa.

O sea ¿eran dos cubanas las mejores del planeta en ese momento y ahora no tenemos ni una para llegar a un podio centroamericano?

Sí y sí. Tanto Silvia como yo estábamos en el pelotón de avanzada; de la situación actual del salto de altura (f) podemos conversar después ¿te parece? Para llegar en óptima forma a la urbe germana nos sometimos a un entrenamiento muy fuerte que nos indicaba nuestro técnico, Ricardo Guadarrama.

Las quejas llovían entre nosotras porque nos parecía excesivo el trabajo pero al final lo realizábamos todo y después se vio el fruto.

Pero no era solo el gimnasio, las pesas, las carreras, el físico. Estábamos conscientes de que nos tocaba cumplir un plan de competencias antes del Mundial que, aunque servirían para perfeccionar la técnica de los saltos, también había que obtener buenos resultados acorde el nivel del atletismo cubano.

Yo recuerdo como si fuera hoy aquel 1993. El salto de altura es una de las disciplinas que compite en la temporada invernal y todavía en esos tiempos se efectuaban en el mismo año los Mundiales Techado y al Aire Libre. En tu caso fue muy distinta la actuación en uno y otro.

En efecto, no comencé bien pues fui sexta en el Mundial Invernal que tuvo por sede a Toronto, Canadá; sin embargo, en esa misma campaña invernal realicé mi mejor marca y récord nacional bajo techo con 2 metros 1 centímetro.

Fue en el mitin de Berlín, Alemania. Tuve el honor de competir con la recordista del orbe, la búlgara Stefka Kostadinova. Yo la admiraba y la veía en la misma zona de calentamiento, sentada en el mismo banco o en la pista cercana a mí. ¡Cuál no sería mi alegría al poder derrotarla! Esa actuación para mí era una medalla. Stefka es la mujer que más alto ha saltado, era grandioso estar a su lado. ¡Y yo le gané!

Es cierto que no hice un buen papel en Toronto, pero…

Mira cómo cambia la vida ¿cuánto daríamos ahora porque una de nuestras saltadoras de altura ocupara un sexto lugar mundial? Es una de las asignaturas pendientes del campo y pista cubano.

¿Tomamos el tema del atletismo cubano actual o seguimos hablando de 1993?

Seguimos en 1993.

Tras el Bajo Techo, el regreso a Cuba, los entrenamientos, las giras por el viejo continente, en una de cuyos mítines rebasé nuevamente los 2 metros, en el de Mónaco… hasta llegar a Stuttgart .

Allí, finalmente culminé mi actuación de acuerdo a la planificación hecha para la competencia fundamental que era, precisamente, el Mundial al Aire Libre.

Contra viento y marea, sí contra viento y marea, me impuse con un metro 99 centímetros. ¡Era increíble!

¿Por qué?

Yo venía presentando una molestia dolorosa en el pie de despegue, el derecho. Utilizaba un calzado muy blando y con tanto uso en entrenamientos y competencias y aunque me lo cambiaron por unas zapatillas especiales (pinchos) para Stuttgart, la molestia persistía.

Para poder saltar sin dolor el doctor Frías me infiltró por debajo del tobillo minutos antes de salir a la pista y en pleno calentamiento noto que todo el pie se me había dormido.

Frías me dijo que eso era normal pues esa zona tenía muchos nervios y la infiltración los dormía. Me puso la tobillera y en esas condiciones salí a guapear, en buen cubano. Por eso es que se me ve dando un salto para acomodarme en el despegue.

Esa era una mala costumbre que traías desde la EIDE y habías erradicado.

Sí, Guadarrama trabajó mucho en eso. Pero al no sentir el pie de despegue enfatizaba en la pierna contraria para poder saltar. Ese día me ayudó el buen estado físico y mental que tenía y no me permitía salir de la competencia sin dar el máximo.

Así, con la frente en alto, dando mis mejores saltos por encima de las adversidades físicas de esas últimas horas precompetitivas, enfrenté lo que sería el mejor resultado de toda mi carrera, ganar el cetro del planeta.

Solo pensaba en los muchos esfuerzos que realicé para llegar a esa competencia, en que en Cuba, amigos, familia, aficionados esperaban lo mejor de mí. Eso me sostenía y no me dejaba caer.

¿No se te acabó el mundo cuando fallaste sobre el 1,97?

Tienes muy buena memoria. Estaba algo nerviosa, no lo niego. Éramos tres en el terreno, las tres que ya teníamos asegurado el podio y cualquiera de nosotras podía haber ganado, todas estábamos en forma. ¡Cómo se espera de una competencia de ese nivel!

Silvia (Costa) se acerca a mí y me da ánimo. Era algo bonito que pasaba entre nosotras, nuestra amistad, el compañerismo en momentos cumbres, el 'Vamos allá' que gritábamos para darnos aliento cuando hacía falta.

Entre nosotras no había fronteras, no había límites y a pesar de que en la competencia se lucha por obtener el puesto más alto ¡nos alentábamos! Hasta en esos momentos primó su grandeza como persona, como la gran atleta que para mí y para millones de personas era.

Ese fue un extra que me ayudó aún más y así logré pasar la varilla de 1,99, tras fracasar en el 1,97.

Quiero significar que el salto de altura es una de las especialidades atléticas más tácticas, se juega con las alturas que vas pidiendo, se renuncia a saltar para pedir una cifra superior, según el rival. Es como el ajedrez por sus variantes. Veamos qué nos dijo la sin par Silvia Costa en relación con este día.

¿Tú sabes lo que es liderar toda la competencia y perder el título (y de paso el Mercedes Benz que la IAAF daba de premio) en el último intento? Dolió menos porque otra cubana ganó. Ioamnet derribó el listón sobre 1,97 y pidió el 1,99 mientras la australiana Sigrid Kirchmann y yo optamos por los 2 metros. Quintero logró al primer intento la altura y nosotras no pudimos con los 2 metros.

Inolvidable el saludito de ambas al final ¿verdad Ioamnet?

Cubanas al fin. Al terminar nos abrazamos con gran alegría. Cuba era oro y plata, comenzamos a bailar, nos dábamos unas palmaditas y chocábamos nuestras caderas y aquéllo fue motivo de júbilo mundial; sí, porque todos los periodistas se encargaron de divulgar nuestra contentura con el bailecito.

Hija de Sara y Reinaldo, la Quintero tiene cuatro hermanos y dos hijos: Lázara de la Caridad, de 17 años y Amelia Maria, de 12 años, como ella misma afirma “sus dos tesoros”. Su papá fue gran descubridor al igual que hizo con su hermano Reinaldo, quien llegó a ser campeón mundial juvenil en los 110 metros con vallas.

Mi papá nos llevaba a verlo competir en el estadio Pedro Marrero y eso me alegraba tanto que me decía “yo puedo hacer eso también”. Así las cosas, papá nos acompañó a mi hermana y a mí a unas pruebas masivas que se hacían en la Ciudad Deportiva. Yo tenia 12 años y ¿quién te dice? Me escogieron para matricular en la EIDE captada en marcha deportiva.

¿Marchista? Mira esa no me la sabía yo.

Pues sí. Entré como marchista con el entrenador de Nueva Paz, Juan Pedro. Le decíamos de cariño Juan P. Me enseñó a marchar, lanzar bala y a correr. Pero el problema era que no me gustaban los 800 planos y siempre llegaba última. No clasificaba para los Juegos Nacionales Escolares.

El pasó mucho trabajo conmigo y el 800. Tanto que me pasaron al otro año con la profesora de medio fondo Gisela (Chela) para ver si mejoraba pero nada. Y lo más bonito es que tenía buenos resultados en casi todos los eventos. De los combinados: salto de longitud, salto de altura, carreras cortas pero… ¡nada con el medio fondo!

De hecho obtuve una sola medalla en la última justa escolar que me quedaba por la edad y, por supuesto, fue en salto alto. Fue entonces que la profesora Regla Sandrino me captó para ese evento. Con ella aprendí a saltar de espalda (Fosbury) y me encantó.

El Fosbury ya era usual ¿por qué mantenían las tijeras?

Resulta más cómodo para los principiantes. Yo llegué a saltar 1,60 con ese sistema y en edades escolares. Nada mal.

¿Cómo llegas a la selección nacional?

Con Regla salté 1 metro 83 centímetros, marca que me avaló para mi entrada al equipo grande. Con anterioridad estuve cinco años en la EIDE Mártires de Barbados desde los 12 hasta los 16 años (1984- 1989). El doce grado lo pasé en la Escuela Marcelo Salado. Recuerda que no estaba construido el estadio Panamericano.

En el Equipo Nacional tuve en Ricardo Guadarramas, profesor de Pinar del Rio, un maestro que establecía entrenamientos fuertes, régimen duro, muy efectivo, que pude admitir por la base recibida por Reglita en la EIDE. A esos preparadores que formaron con tanto cariño mi cuerpo y mi mente les debo todo porque no es fácil ser un atleta de alto rendimiento.

Ioamnet comienza su andar por las pistas del planeta y aunque no llegó a finales para ella fue de gran experiencia competir en el Mundial Juvenil de Plovsdi cuando la habitual lesión de los marchistas la persiguió.

El estar en una selección nacional da mucha alegría pero a la vez temor, es saber que asumes un nuevo entrenador caracterizado por ser uno de los más fuertes en el tema de trabajo preparatorio dentro del equipo. El comienzo que todo atleta anhela te envuelve en una mezcla de euforia y preocupación.

Ver a mi hermano mayor entrenando con ese grande que es Santiaguito Antúnez, me inspiraba.

¿Te sentías a gusto con tus compañeras?

Sí. El grupo de salto de altura (f) era pequeño: tres atletas Silvia Costa, María del Carmen García y yo. Más adelante se nos unió Dania Fernández de Santiago de Cuba, quien venía del baloncesto y poseía un asombroso despegue.

Entrenar con la Costa ya era un premio. Es la persona más sencilla que puedes conocer; era la mejor recordista nacional al aire libre y sin embargo, estaba muy lejos de ser altanera y vivir el champeonismo desmedido.

Desde el principio y hasta el final de nuestras carreras me apoyó. Maria del Carmen se retiró tempranamente. La exbasquebolista tampoco perduró. Por lo que nada supera la amistad que surgió entre Silvia y yo.

Si bien fuera del deporte teníamos nuestras vidas y nos veíamos poco en ese ámbito, dentro del deporte era todo lo contrario. Nos apoyábamos mucho, ella experimentada con años y grandes resultados en la cima y yo, novata dando mis primeros pasos bajo la guía de nuestro entrenador Ricardo Guadarrama y sus consejos y correcciones sobre los ejercicios técnicos.

Hasta que con el tiempo me perfeccioné y podía, con mucho respeto, opinar sobre algún movimiento que a ella le pudiera favorecer, algo bien difícil porque Silvia era muy dedicada en su entrenamiento y su técnica era impecable.

Con ella aprendí que, por muy exhausta que te sientas, hay que seguir. Era la guía mejor que pudieras tener, la meta de perfección que debía seguir para lograr tener ese estándar perfecto y avanzar en el equipo.

Además del tradicional periplo por Europa, competencias invernales y estivales, estancias en el entrenamiento de altura que se realizaba en México, los habituales campeonatos cubanos como el Barrientos y la Copa Cuba, la Quintero reportó medallas y excelentes resultados.

Medallas de oro en los Panamericanos Juveniles de Argentina y Jamaica; plata en el Centroamericano 89 de San Juan Puerto Rico, campeona continental en los Juegos de La Habana 91 y Mar del Plata, Argentina 95 son algunos de ellos.

Tras 13 años en el equipo Cuba te retiras en el 2002.

Sí, yo me había ido pero regresé. Mi retiro fue producto de muchas lesiones. El alto rendimiento es una exigencia a tu cuerpo, hay momentos que puedes otras no. Te obligas a hacer movimientos y esfuerzos que no son naturales; por consiguiente, puedes lesionarte cuando menos te lo esperas.

El otro punto fue que Guadarrama y yo después de tantos años caímos en discrepancias en relación con los entrenamientos, y ahí decidí dejarlo. Lo intenté con Regla Sandrino, que es más que familia. Me puse al día, me exigieron saltar 1,90 y luego 1,92, lo hice. Clasifiqué para Sydney 2000 pero allí no pasé de la ronda eliminatoria, no pude con 1,92. Lo mismo le había sucedido cuatro años en los Olímpicos de Atlanta.

Después, me volví a lesionar y regresé entrenando con Alberto Pinillo pero ya de ahí no pasé. Entonces, me ubican a trabajar en el equipo nacional con los juveniles bajo la supervisión del profe Bárbaro Díaz quien trataba de recuperar de una seria lesión al medallista de plata mundial Víctor Moya y guiaba a otro grupo de espigados saltadores jóvenes. También apoyé con el femenino, atendido por el propio Alberto Pinillo.

Sin embargo, eso no duró. Se acabaron las prestaciones de servicios en el seleccionado nacional por reducción de plantillas y todas las plazas quedan congeladas. De esa forma y tras algunos cambios integro la plantilla del combinado deportivo del Cerro. En el 2010 participo en un curso de área de Salto Nivel 3 en El Salvador, que imparte la IAAF para entrenadores y apruebo satisfactoriamente.

¿Qué haces en la actualidad?

Estoy trabajando con juveniles, en el estado de Vargas, Venezuela. Ya me acerco a los dos años reglamentarios.

¿Y cómo te la has arreglado con el coronavirus? ¿Mantienes la preparación?

El estar encerrado puede ser estresante. El coronavirus, tremenda pandemia. Pero yo estoy bien, cuidándome y cumpliendo con las medidas sanitarias. Estuve un tiempo pesquisando a la población junto con el grupo de doctores.

Ahora ya entreno a mis discípulos, saltadores y corredores, manteniéndolos con las medidas necesarias. Al regresar voy a luchar por un puesto como preparadora del equipo grande. Quiero ayudar.

Y la falta que hace porque el salto de altura entre las chicas no logra despegar.

Mira, después del fenómeno Sotomayor, vino Víctor Moya y ahora Luis Enrique Zayas, quien nos alegró con su cetro dorado en los Panamericanos de Lima 2019, pero entre las niñas no hay nadie que sobresalga.

Tengo mi teoría sobre ese particular del salto alto femenino y es que un entrenador debe dedicarse a un solo sexo, al menos en el caso del equipo nacional. Quizás puedan haber excepciones con grandes maestros, pero en la normalidad, debe ser así.

Ricardo Guadarrama era el entrenador principal del femenino y al fallecer el profesor José Godoy no le dieron a Sotomayor. Llamaron a Guillermo de la Torre. Una magnífica estrategia, no solo mantuvo los resultados sino que los hizo crecer. No se puede estar al tanto de muchos atletas y menos de diferente sexo. Son de características distintas, cada uno tiene sus particularidades que hay que atender y entender.

También influye mucho la base. ¿Cómo llega el saltador al equipo nacional: aspectos técnicos y físicos, etapas vencidas? A veces, por mucho talento que se observe, las deficiencias son tantas que originan más problemáticas que buenos resultados.

Nos golpea la falta de colchones de salto alto en la base lo que acarrea que la técnica de tijera sea más masiva. Llegan sin calidad en el salto de espalda o Fosbury que es en el que se compite internacionalmente.

Me gustaría ver ¡por fin! saltadoras de calidad internacional, batidas de tú por tú en las grandes competencias y no tener que cubrir el déficit con las maravillosas atletas de eventos múltiples, que realzan el atletismo cubano en la actualidad.

Pero, a los ojos de expertos, sólo refleja un lamentable vacío en un evento que estuvo en la élite del planeta. Vamos a paso lento en el femenino. Hemos tenido que echar mano de niñas de las EIDES. No es bueno quemar etapas. No resulta, con la excepción de que aparezca una Silvia Costa ¿entiendes?

No quiero concluir sin preguntarte, una de las grandes de la altura mundial, quiénes son y han sido las mejores saltadoras del mundo.

Son varias. Desde la rumana Iolanda Balas, las alemanas Rosemarie Ackermann y Ulrike Meyfarth y la italiana Sara Simeoni hasta la rusa Tamara Býkova y la inigualabla búlgara Stefka Kostadinova, aún dueña del récord mundial absoluto: 2 metros 9 centímetros.

Y por supuesto no pueden faltar mi compañera Silvia Costa, Heike Henkel de Alemania; Alina Astafei, germana de origen rumano; Inha Babakova de Turkmenistán y más recientes, la croata Blanka Vlašić y la rusa Maria Lasitskene.

¿Qué más decirte? Una sola cosa: ¡quiero luchar por llevar a esa cumbre de prestigiosas saltadoras de altura a una cubana que como Silvia o yo, ya sabemos lo que es estar en la cima del universo!

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Julita Osendi

Graduada de Periodismo en la Universidad de La Habana 1977. Periodista, comentarista deportiva, locutora y realizadora de más de 80 documentales y reportajes especiales. Entre mis coberturas periodísticas más relevantes se hallan 6 Juegos Olímpicos, 6 Campeonatos Mundiales de Atletismo, 3 Clásicos


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