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Mientras comienzo a escribir esta nota, estoy viendo en la televisión, en el recinto de la Asamblea Legislativa del Palacio del Congreso de la República Argentina, a Miguel Díaz-Canel abrazando a uno de los jueces garantistas de Cristina Fernández de Kirchner, como si lo conociera desde la Secundaria.
Miguelito está allí desde hace dos días, con su Primera Pequeña Dama Siempre Mal Vestida, Lis Cuesta, que no se puede creer lo que está viviendo desde que bebe las mieles del poder. Ha venido además Bruno Rodríguez Parrilla, canciller imbécil; el ministro de Comercio Exterior y la Inversión Extranjera, Rodrigo Malmierca Díaz, -seguro en busca de nuevas fuentes de divisa convertible-; y el embajador de Cuba en la República Argentina, Orestes Pérez Pérez, que me la corto que es espía.
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Todos han ido acompañando a la feliz y adiposa pareja presidencial, a la tierra de Gardel, para asistir a este momento máximo de la izquierda latinoamericana; la toma de posesión de Alberto Fernández Pérez, presidente por encargo de su amiga ladrona e imputada, la ex presidenta del anterior gobierno, Cristina Fernández de Kirchner, y sin embargo vicepresidenta del gobierno nuevo. Argentina es un país totalmente desquiciado, donde no funciona nada igual que en el resto del mundo, ni siquiera la Ley de Gravedad. La gente se cae para arriba.
Ni en los sueños más optimistas de Cristina -ni de nadie-, podía ella imaginar hace un año que se produciría esta situación descabellada y surrealista: de ser una presidenta imputada en 8 causas judiciales graves, y al borde de entrar en la cárcel, regresa como vicepresidenta gloriosa, dominando las dos cámaras; ella al frente de los senadores y su hijo cocainómano, liderando la de diputados. Además, vuelve controlando a 9 de los 11 jueces del Consejo Judicial, y con mayoría en todas partes para desatar la cacería de brujas que empezará desde hoy, a todo el que una vez osó decir, que era una delincuente. Habrá que coger balcones, porque se viene thriller político a ritmo cuartetero, que es la música que le gusta al vulgo de izquierdas que la ha sentado otra vez en la Casa Rosada, junto a su presidente marioneta.
Cuba ha tenido un papel relevante en el aguante a Cris, durante estos cuatro años. Le ha dado cobijo en sus infinitos viajes para liberarse del estrés de los tribunales de Comodoro Py, le ofrece atención médica de primera a su hija Florencia -también imputada en otra causa- y hasta un novio cubano para la enfermiza chica en la mayor de las Antillas. También Raúl y Miguelito han respaldado sin fisuras todas y cada una de las barbaridades mediáticas y políticas que Cristina ha perpetrado, desde que salió de Olivos en el 2015, hasta hoy, que ha puesto allí a vivir a su presidente, por sus santos ovarios y con el apoyo del peronismo más sumiso y cobarde.
Apenas han pasado unos días de su primera comparecencia a declarar en el primero de sus ocho juicios en la corte. Fue una escandalosa y exaltada puesta en escena, a modo de alegato de defensa, rayando en lo psicótico. La Viuda de Argentina terminó parafraseando el discurso épico de La Historia me absolverá, con copyrigt del Comandante en Polvo cubano, aunque la mayoría de los argentinos no lo sabía:
“¡A mí me absolvió la historia, a ustedes los condenará!", dijo a los jueces que la juzgan, y que por cierto, se hicieron caca en sus estrados. A partir de hoy, mejor que busquen un país de asilo sin convenio de extradición con Argentina. Cristina es rencorosa y vengativa, como solo ella puede serlo.
Todo esto a Miguelito Díaz-Canel, lo tiene en estado de éxtasis, y Raúl Castro, que se puso el traje verde olivo para despedirlo en Boyeros, está batiendo palmas con todo este circo. América parece sonreírle con el despertar de la izquierda, bridándole otra nación fuerte que de pronto está de su lado; Argentina es más que bienvenida como garante de la dictadura cubana, justo ahora cuando Venezuela ya no le sirve para nada.
Y Miguelito está que no cabe en sí de gozo. Fue el primero de todos los mandatarios en llegar a Buenos Aires, y ya ha tenido tiempo de ponerle flores a una escultura de José Martí que hay en la ciudad y otra a Don José Francisco de San Martín y Matorras, libertador local. También Alfredo Fernández le celebró una cena con los artistas argentinos progres, y al terminar esta nota, lo veo presenciando, con su Primera Dama Gordita Siempre Mal Vestida, el concierto musical en la Plaza de Mayo, que celebra la llegada del nuevo presidente izquierdoso.
Argentina apenas tiene dinero, está prácticamente en default. Pero tiene varios millones de ciudadanos pobres necesitados de atención médica, a lo largo y ancho de su extenso territorio. También tiene soja, pescado, litio, y muy pronto petróleo de sus ricos yacimientos de Vaca Muerta, que Cristina ha prometido empezar a explotar mejor de lo que lo hizo Macri. Se vienen tiempos de vacas gordas… ¡Vacas! ¡También le sobran a Cristina!
A Miguelito le brillan los ojos: el petróleo es su preocupación constante, el litio es el metal del futuro y la carne el alimento de todas las épocas, que en Cuba no se ve desde que Lis estaba en la primaria. Dios -que es argentino, dicen- debe haberse puesto de su lado ahora.
Miguel seguramente ya está pensando que ya tiene dónde colocar a sus médicos espías, expulsados de Chile, Brasil y Bolivia, cuando creía que todo estaba perdido. Ya puede el exilio mayamero, quitar los viajes, las remesas, las recargas y lo que les venga en gana, gusanos de mierda. El futuro tiene sabor a dulce de leche, sonido del tango y sabor bistec.
Yo le he visto los ojos, y parece un niño con zapatos nuevos, angelito. Seguro ha disfrutado como un enano del show que se ha montado con el enviado de Trump a la toma de posesión de Fernández, el secretario de Salud y de Servicios Humanos, Alex Azar. El pobre hombre se ha tropezado de narices con el mismísimo Rafael Correa, el prófugo, y con Jorge Rodríguez, el ministro venezolano de Comunicaciones, enviado a la ceremonia por Nicolás Maduro, el asesino.
El representante yankee se ha marchado muy disgustado a su país, sin esperar a que termine la fiesta. Alberto deberá hilar fino con Estados Unidos desde hoy, porque esa reunión de delincuentes en las narices del Imperio, por fuerza no puede traerle nada bueno para sus próximas -y peliagudas- negociaciones con el FMI, un regalito envenenado que le deja Mauricio.
Pero todo eso, al básico del gordo de las Villas le tiene sin cuidado. A Miguelito le bastará con levantarse temprano mañana, para llevar a Lis de compras, -qué cruz con la ropa la de esta mujer-, a alguna boutique cara de Puerto Madero, y soñar con esas toneladas de carne roja maravillosa que seguramente Cristina ya está engordando para él, en las verdes praderas gauchas.
Y el tango, ¡qué hermoso suena en sus oídos cuadraos! Ahora él también busca lleno de esperanzas, el camino que los sueños, prometieron a sus ansias…
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