Vídeos relacionados:
Marlén tiene una “shopping” en la salita de su casa en Centro Habana. En percheros que cuelgan de las paredes exhibe amontonados todo tipo de vestidos, pantalones, blusas, pullovers, camisas y camisetas. Debajo, en una mesa, pone los artículos de aseo, el maquillaje, la ropa interior, el calzado. El suyo es un “buen negocio”, pero vive “con la soga al cuello”.
“Yo vendo lo que mi mamá y mi hermano traen de México y normalmente me gano 20 o 30 CUC en un día. Sin embargo, no tengo tranquilidad porque no está permitido comercializar cosas importadas y hay que estar vigilando a los inspectores o la policía. Si me entero de que van a pasar cierro la casa y ese día no vendo ni un peso”, confiesa la joven de 29 años.
Lo más leído hoy:
Desde que el gobierno de la isla levantó en 2013 el permiso de salida que impedía a los cubanos viajar libremente, vender ropa importada es uno de los trabajos informales más difundidos en Cuba. Los viajes de cuentapropistas a populares destinos de compra han facilitado que prácticamente en cada cuadra haya un vendedor clandestino.
A tenor con Yadira, quien se dedica a vender productos importados a domicilio, “la ropa tiende a estancarse, pero uno puede ganarle más que a otras mercancías. Es una inversión que se recupera a largo plazo, ya sea porque demora en venderse o porque a la gente de confianza uno le da tiempo para pagarla. Si no es así, no vendemos porque el cubano tiene que romperse la cabeza para resolver necesidades más urgentes que la de vestirse.
“Eso pasa en un país donde se espera que los ciudadanos mendiguen al Estado por cosas esenciales. Por eso andamos de mal en peor y pasamos tanto trabajo. La realidad es más que triste: tiendas desabastecidas, un mercado negro súper organizado, corrupción extendida. Seguimos teniéndole miedo a la riqueza, cuando miedo debería darnos la pobreza.
“El Estado no puede estar metido en todo. Aunque se las coman a restricciones y decomisos en el aeropuerto, las llamadas ‘mulas’ son las que permiten que tengamos algo de ropa y zapatos de regular calidad”, asegura la vendedora de 29 años.
Dicho de otra manera: el gobierno cubano, que lleva a cabo una reforma económica desde 2011, no ha logrado impedir la expansión de una economía sumergida, la evasión fiscal y la ruptura de un monopolio estatal sobre el comercio.
Según afirma el contador Ernesto, “el impuesto que se impone a determinados productos es excesivo, incluso a productos hechos en Cuba. Hay demasiada gente viviendo con el par de zapatos, la mochila o el pullover que compró ‘por la izquierda’.
“El Estado debería bajar los precios o dejar que los cuentapropistas se encarguen de abastecernos legalmente. ¿Por qué no podríamos encargar nosotros mismos la ropa que vemos en Internet o en los catálogos que traen los que viajan?
“Preferimos comprar la ropa que los particulares compran en el extranjero porque es mejor y más barata que la de las tiendas minoristas cubanas. No obstante, con los privados también sale cara: un pantalón cuesta el equivalente al salario de un cubano medio (unos 30 CUC) y un par de tenis cuesta el doble”, añade.
De acuerdo con lo que dijo a CiberCuba Yaima, dependiente de una tienda recaudadora de divisa (también conocida como TRD), ubicada en una de las zonas periféricas de La Habana, “se han estado cerrando los departamentos de confecciones de diversas instalaciones porque venden muy poco. Yo misma vendo casi siempre 30 CUC o 40 CUC diariamente.
“¿Quién va a querer ropa tan costosa si está pasada de moda y lleva a veces años en los almacenes? ¿Por qué el gobierno no compra el mismo tipo de ropa que traen los revendedores o deja que ellos tengan sus propias tiendas? Yo misma me visto con lo que le compro a una amiga que viaja a Panamá casi todos los meses. Se nos va el dinero ayudando a la economía de otros países.
“Hace rato debía haberse pensado en un cambio en las políticas de precios de las TRD. ¿Hasta cuándo un 240% de impuesto? Se trata de una medida obsoleta y absurda. Sería mejor buscar nuevas ideas. Ideas que estimulen las compras en Cuba, el gasto en Cuba, el descanso en Cuba, el disfrute en Cuba”, agrega la joven de 32 años.
En palabras de la ama de casa Lourdes, de 46 años, “hay muchas personas, sobre todo ancianos, que tienen que vivir comprando ropa reciclada o de lo que le donan personas más solventes porque nos rodea un caos económico.
“Hablamos de un Socialismo próspero y sostenible que es una mentira. Lo mínimo que podemos pedir es satisfacer nuestras necesidades personales más elementales, como la de comer, vestirse o tener una casa decente, por medio de los ingresos lícitos que obtenemos trabajando, y ni eso logramos”, concluye.
Archivado en: