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El exministro de Cultura de Cuba, Abel Prieto, afirmó que el fallecido cantautor Pablo Milanés y su obra "son de la revolución cubana", corrompiendo el duelo de familiares, amigos y admiradores del músico con un mensaje propagandista que subordinó el talento del artista al proceso por el cual se instauró un régimen totalitario en la Isla.
“A pesar de que en los últimos días explotó una polémica absurda en torno a sus opiniones políticas, Pablo y su obra nos pertenecen de manera definitiva. Son nuestros. Son de Cuba. Y son de la Revolución Cubana”, dijo Prieto en referencia a la polémica e indignación que suscitaron los comentarios vertidos en redes sociales por la influencer española Ana Hurtado.
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Para el cuentista y asesor del dictador Raúl Castro, “Pablo y su obra (…) nunca podrían ser digeridos por Trump y los trumpistas ni por el núcleo fascista de Miami ni por anexionistas como los que fueron a la cumbre de neonazis en México”.
Demostrando falta de tacto y empatía, volvió Prieto a “ensalzar” la figura de Pablo en relación con unos hechos recientes acaecidos en las afueras de la embajada de Cuba en la Ciudad de México, en los que un grupo de activistas por los derechos humanos fueron agredidos por simpatizantes del gobierno cubano cuando se acercaban a la sede diplomática.
En una pérdida de papeles antológica, el alto funcionario del régimen dejó en segundo plano el fallecimiento de una figura clave de la música cubana y el dolor de muchos por la triste noticia, para centrarse en su mensaje propagandístico plagado de lugares comunes de la retórica oficialista.
Según Prieto, esos que “pedían de nuevo la intervención yanqui en Cuba” y que “organizaron un show frente a nuestra embajada en ese país hermano”, no podrán nunca apropiarse de la figura y la obra de Pablo Milanés, tal y como hacen los dirigentes del régimen, que no conciben la aparición del genio y el talento al interior del individuo, sino como el resultado de la “obra de la revolución”.
“Nunca Pablo y su obra serán de ese tipo de personas adoradoras del Dinero como único Dios, rebosantes de odio, de racismo, de infamia, de estúpida arrogancia. Pablo y su obra nos pertenecen. Y pertenecen también, por supuesto, a toda esa gente linda que en Nuestra América y en el mundo fue iluminada por el milagro de su poesía y de su música”, dijo Prieto, confundiéndose de duelo.
En lugar de las fórmulas propias de estas ocasiones, en lugar de evocar al artista con las palabras que se presuponen en un intelectual, en lugar de la mesura y sobriedad que reclama el luctuoso acontecimiento, en lugar de respetar a Pablo y a los cubanos, Abel Prieto, autor de Los bitongos y los guapos, se puso a “guapear” en su imaginaria pelea contra los demonios.
A estas alturas, pareciera que no queda nadie que no ande a rastras o rumiando a cuatro patas en los predios de la "continuidad".
Desde el gobernante Miguel Díaz-Canel hasta el ex espía Gerardo Hernández, pasando por Rogelio Polanco, Lis Cuesta, Randy Alonso o Israel Rojas, la cúpula actual del régimen ha celebrado la "valentía" y "honestidad" de la influencer Ana Hurtado, que se ha fotografiado en el Palacio de la Revolución, en Varadero y en cuanto sarao organiza el régimen cubano.
“Los artistas cubanos, sin la revolución, no serían más que cantantes en bares”, dijo Hurtado reafirmándose en su zoquetería e insistiendo que Pablo era un gusano, ¡y bien!, además de amigo del flojo y burgués Joaquín Sabina, un comentario que provocó una respuesta masiva de cubanos pidiendo respeto hacia el cantautor, que estaba convaleciente en un hospital de Madrid.
"Yo creo que Pablo es un gusano desde el año 92, ha sido una persona bastante ruin y demás", dijo en junio la comunista de salón, una joven que la “continuidad” de Díaz-Canel ha arropado y aplaudido a rabiar por sus mensajes provocadores, difamadores e insultantes hacia artistas, opositores, activistas e integrantes de la sociedad civil que reclaman democracia y libertad en Cuba.
Las declaraciones de Hurtado provocaron rechazo visceral entre la mayoría de los cubanos, motivo por el cual los adalides del régimen, entre los cuales sobresale Abel Prieto, salen ahora a echar flores donde antes tiraron huevos culecos.
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