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Desde que yo tengo uso de razón, Pepe vende pastelitos de guayaba a peso. Siempre con la misma camisa de cuadros recorre el barrio con su caja de dulces al hombro. Hoy, con 78 años cumplidos, sus piernas no tienen la agilidad de siempre, pero la caja sigue en el mismo lugar. A él, a mí y al barrio entero nos consta que, aunque esté más viejo y cansado, no puede dejar de “luchar”: “Me muero de hambre”, dice.
“Yo no tengo la suerte de otros ancianos, cuyos familiares, dentro y fuera de Cuba, los ayudan. Estoy solo desde que mi hijo emigró a España y jamás se ha ocupado de mí. No me ha quedado más remedio que inventar cómo sobrevivir. Cojo el azúcar de los mandados y compro ‘por la izquierda’ en la bodega los demás ingredientes que necesito para hacer los pasteles. La suerte es que los vecinos me conocen de toda la vida y, como los dulces se venden tan bien, me ayudan".
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“Me levanto a las cinco de la mañana todos los días para hacer los pasteles en un horno casero y me paro afuera de tres o cuatro escuelas que hay por mi casa para venderlos calenticos. Hago unos 50 diarios. Si me quedan algunos sin vender, salgo de ellos pregonando por las calles. Tengo a un joven trabajando conmigo porque ya la salud no me acompaña. Los años me han cansado hasta el alma, pero lo pasteles me han salvado la vida”, explica Pepe con los ojos llorosos.
A pesar de que en su intento por “no dejar desamparado” a ningún ciudadano y “priorizar a las familias o personas con menos ingresos” desde el 1ro de noviembre pasado el Gobierno estableció en 242 pesos cubanos la pensión mínima de la Seguridad Social por concepto de jubilación, que antes era de 200 pesos. Aún así, sigue siendo pobre el pago que llega a las chequeras de los retirados.
Si bien las autoridades han dicho que ese aumento en la Seguridad Social beneficiaría a 445.748 personas jubiladas que percibían pensiones inferiores a 242 pesos, “el problema no es aumentar pensiones con cifras irrisorias, sino ajustar el impuesto de recaudación en las cadenas de tiendas de productos de primera necesidad o al menos a los jubilados darles un bono que les permita comprar más barato como se hace en otros lugares del mundo. Solo hay que ver cómo visten y cómo viven los ancianos para tener una idea de cómo se sienten”.
Así destaca el relojero Pedro Luis, quien agrega que su papá "vive solo y su jubilación no le alcanza para nada. Entre medicinas, electricidad, teléfono, prensa, los mandados de la libreta y cero pesos para ropa o zapatos, se le va todo. Tristemente un anciano tiene que vestir, calzar y comer con lo que le compran otros. Pero, ¿qué pasa entonces con los que solo dependen de su jubilación?"
“Cuba necesita una reforma salarial y de pensiones radical. Que se calcule un salario mínimo basado en el costo de la vida y de la canasta básica. Se habla de que el salario medio aquí supera los 700 pesos mensuales, pero los pensionados están lejos de cobrar esa cifra. La sociedad no ha sido lo suficientemente humana con quienes se sacrificaron trabajando durante años o quienes no lo hicieron, pero no cuentan con ningún familiar que los atienda”, considera el cuentapropista.
Eneida, que vive en una casa enorme y recibe mensualmente la ayuda de una de sus hijas que vive en Miami, cconfiesa que ella hace cremitas de coco con leche para ganar unos pesitos más porque los 50 CUC que recibe al mes no son suficientes para cubrir sus gastos más elementales. "En comidas y pastillas se me va todo", comenta.
“Toda la vida fui ama de casa, pero sé que la pensión que dan aquí no alcanza para vivir ni en este ni en ningún otro país por más de cinco días. Parte el alma que haya viejitos que tengan que vender periódicos o maní, o recoger pomos y latas de la basura para mantenerse a flote”, resalta la también abuela, de 65 años.
Datos del Centro de Estudios de Población y Desarrollo de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información revelan que más de 2.100.000 cubanos tienen 60 años o más, lo que representa el 20,1% de la población.
Por otro lado, se espera que en los próximos cinco años la cuarta parte de los habitantes de la Isla pase de los 602 y que los gastos necesarios para la asistencia social a ancianos superen a los demandados hoy por niños y adolescentes.
En palabras del médico Ortelio, cuyos padres son mayores de 70, “como mismo un hijo debe cuidar a sus padres, el Estado debería agradecer de forma digna los años laborales que le fueron entregados por parte de sus trabajadores. La pensión mínima no alcanza y es algo que debería revisarse anualmente porque los productos normados que entrega el Estado solo permiten que los adultos mayores subsistan".
“Yo me encargo de mi mamá y mi papá, pero sé de mucha gente mayor que vive en la miseria. ¿Con qué se compran un pedazo de carne o los medicamentos que consumen por dolencias comunes casi todos los ancianos si cobran poco más de 200 pesos y solo un litro de aceite cuesta 50? No nos preparamos lo suficiente para el futuro de un país envejecido y en el presente los más desfavorecidos económicamente dentro de la sociedad son los ancianos, jubilados o no".
“Por eso se ven en las calles de Cuba tantos viejitos vendiendo algún alimento hecho con sus propios esfuerzos. Es deprimente que tengan que dedicarse a eso cuando a esa edad deberían estar descansando en sus casas y disfrutando de sus familias. Me pregunto si alguien saca las cuentas del precio de los productos con respecto a los salarios de estos jubilados o si cuentan con que todos tengan un familiar en el exterior”, apunta el especialista en Medicina General, de 50 años.
Amanda, otra entrevistada, asegura a CiberCuba que “es lamentable ver que un anciano que no pueda ni tomarse un vasito de leche todas las mañanas. Yo misma soy hija única y con un solo salario me es súper difícil cuidar a mi mamá, de 82 años, que vive conmigo. Nunca la descuidaría, pero no puedo darle todo lo que merece en retribución al amor que me ha dado".
“¿Cómo me preparo yo para que mi vejez no sea similar a la suya? ¿Ahorrando dinero de mi salario? ¿Habiendo tenido más de dos hijos? ¿Emigrando del país? Todo eso es imposible. Sería un alivio monetario que ella, que fue maestra toda su vida, tuviera una jubilación que le permitiera vivir cómodamente. Me miro en su espejo y siento pena. Pronto arribaré a la edad de jubilación y las dos tendremos peores condiciones que ahora porque mi hijo no puede ni sostener a su esposa y a mis nietos”, concluye.
Del mismo modo, Arturo indica que su esposa jubilada cobra 270 pesos, es diabética, asmática y tiene artritis reumatoide. "Solo en medicinas tiene un gasto considerable. Si viviera sola estaría pasándola negra porque, aun cuando tuvo que empezar a trabajar de nuevo mediante un contrato, lo que gana no le alcanzara para vivir. Gracias a mí es que llegamos a fin de mes, pero al límite".
“El caso de los adultos mayores, que somos los que más hemos trabajado en este país, es vergonzoso. Que alguien explique entonces el lemita de que nadie quedará desamparado. Si 242 pesos de pensión mínima para un jubilado no es desamparo, ¿qué es? Es como si el gobierno te dijera: ‘Métete 40 años trabajando y después arréglatelas como puedas’”, añade el ingeniero, de 63 años.
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