La respuesta rápida: ¡Por si no ponen el agua cuando toca!
Los habitantes de La Habana que pudieron disfrutar la ciudad en los años sesenta del pasado siglo XX y antes, narran con satisfacción cómo nunca faltaba el agua en las tuberías. A cualquier hora que abrías la llave ahí estaba el líquido vital. Muy pocas eran las casas que tenían tanque para almacenarlo. Solo se veían los grandes de fibrocemento colocados en los edificios altos, a los que se bombeaba el agua desde las cisternas que luego se distribuía por gravedad a todos los apartamentos.
Pero desde hace unas décadas hasta nuestros días... ay del habanero que no tenga al menos un tanquecito en casa donde almacenar agua. De hecho, pobre del que solo tenga uno, porque aun así puede vérselas negras de verdad ¿Por qué?
Pues bien, al igual que los alimentos y muchas otras cosas, el suministro de agua en Cuba es otra de las cosas sometidas al racionamiento característico del sistema comunista imperante. Y vamos a poner un ejemplo que no es de los más críticos, el del municipio Diez de Octubre, el más poblado de la capital. En este territorio la empresa Aguas de La Habana, encargada de garantizar el suministro del líquido a la ciudad, pone o bombea agua desde el acueducto en días alternos. O sea un día sí y un día no.
Entonces, si no tienes donde almacenarla, tampoco tendrás agua el día en que no toca ponerla. Por eso todo el mundo se las ha agenciado para tener más de un tanque. Por lo general los que más se consiguen son de 55 galones, metálicos o plásticos. Pero en varios mercados de productos industriales han vendido unos azules del último material, que superan en varias veces la capacidad de almacenaje citada y todo el que pudo se hizo con alguno, lo colocó sobre su techo y lo conectó a la red del hogar para abastecerse cuando “no es día de agua”.
He ahí el por qué se repiten en miles de edificios esos gigantes azules.
También los hay negros, más imponentes y resistentes, pero estos son más caros y no muchas personas pueden darse el lujo de comprarlos.
Cuando va a haber afectaciones a determinados territorios, ya sea por averías, reparaciones, mantenimientos u otras causas, Aguas de La Habana envía una nota al Canal Habana, telecentro de la capital, para que lo anuncie a la población. Esto sin dudas es muy bueno porque les permite a los ciudadanos prepararse para el evento.
Pero a menudo sucede que el día preciso en que anunciaron que no habría agua, el líquido llega en su horario normal, de nueve o diez de la mañana hasta las cuatro de la tarde. Entonces cualquier otro día en que no contabas con ello, de pronto no la ponen y puede que te veas por más de doce horas sin una gota de agua en las tuberías.
Otro fenómeno que suele ocurrir es que no lo informen por el Canal Habana, sino que te enteres por medio de un vecino que no van a poner agua, que otra vecina se lo dijo. En estos casos, lo aconsejable es hacerle caso a la “bola” (el rumor) que está corriendo y comenzar a ahorrar agua, por si acaso. Más de un habanero que no ha prestado atención a un aviso así se ha visto sin un pomo de agua ni para beber, e incluso en situaciones embarazosas como tener la casa llena de invitados en un cumpleaños y estar sin una gota de agua ni para lavar un plato o descargar el baño.
Y prepárate, porque puede que cuando la bombeen no tenga fuerza suficiente, en vez de a las 9 empiece a llegar a las 11 y se vaya invariablemente a las cuatro y no puedas llenar ni la mitad de tu capacidad de almacenamiento. También reza si vives en un edificio porque no se “vaya la luz”, pues en ese caso aunque llegue con fuerza tu no tendrás agua hasta que vuelva a haber fluido eléctrico y enciendan el motor.
¿Hoy es día de agua?¿Está llegando con fuerza? ¿Ya pusieron el motor? Son preguntas habituales del día a día del capitalino. Certeza cotidiana también es que si te quedaste sin el preciado líquido, siempre habrá un vecino que te dé aunque sea un garrafón para que “vayas tirando”.
Así, luchador, persistente y con la resiliencia que lo caracteriza, el habanero y el cubano en general, persistirá en su quijotesca perseverancia de buscar alternativas para que las carencias no quiebren su voluntad.
Su palabra de orden y su objetivo es “resolver” y echar pa'lante pues, aunque la máxima de la oficialidad ideológica imperante sea “que toda situación es susceptible de empeorar”, su convicción profunda lo lleva a confiar en que no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista.
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